Yo seré vuestro pan y vosotros mi cuerpo






























Hoy es día de celebración y promesas,
por eso os he reunido, amigos y amigas,
y quiero que comprendáis lo que hago.
Estaré con vosotros siempre,
en cualquier lugar y a cualquier hora.
Es mi palabra más entrañable y segura.

Seré vuestro horizonte y camino de vida,
la luz que alumbre vuestras noches y días,
el agua que os refresque en vuestras fatigas,
la puerta que os dé entrada y acogida,
la raíz vitalizadora de todas vuestras empresas,
el amigo y guía que siempre os hará compañía.

Pero también seré, y que no os pille de sorpresa,
el fuego que acrisole vuestro ser y pertenencias,
el viento que os empuje siempre fuera,
la verdad que rompa todos vuestros esquemas,
el ladrón que os adelgace a cualquier hora,
y el Señor que os quiere caminando en la tierra.

Y ésta es la fórmula de mi definitiva alianza
con vosotros y la Humanidad entera:
Vosotros seréis mi cuerpo visible que acoge
y mi sangre que lava y da vida;
y yo seré el pan que os alimente
y el vino que os alegre e ilusione siempre.

Yo alimentaré vuestro cuerpo y esperanza,
os daré ternura y fortaleza,
mantendré vuestra llama de amor viva,
fecundaré vuestras entrañas yermas
para que podáis crecer y madurar
y gozar, así, la plenitud y mi gracia.

Vosotros elevaréis, allí donde viváis,
el signo de un Dios que es todo amor,
pan hecho carne, vino que es mi sangre,
palabra corporal, verdadera y buena,
encarnación en esta historia.
¡Misterio de intimidad humana y divina!

Vosotros seréis, en adelante, mi pascua,
mi presencia viva, libre y liberadora,
mis sacramentos en la tierra,
los continuadores de mi obra,
la buena noticia que todos anhelan,
la primicia de lo que os espera.

Seréis mis brazos para estrechar soledades,
mi boca para clamar contra seculares injusticias
que se clavan en la carne de los más débiles,
mis pies para salir tras los que se pierden,
mis ojos para repartir alegría,
mis oídos para escuchar los gritos y silencios.

Seréis mi corazón para latir al unísono
con quienes están heridos y desfallecen,
mis hombros para hacer posible la acogida
a los que llegan cansados y sin fuerzas.
Y, sobre todo, seréis mi amor y ternura
gratuitos y que no se agotan.

Y yo estaré con vosotros todos los días.
A cualquier hora y en cualquier lugar.
Siempre. Es mi palabra y mi promesa.

Florentino Ulibarri

Comentarios

  1. Dame de tu Pan, Señor, tengo hambre de ti.

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  2. Ojalá seamos conscientes: siempre con nosotros... ¡como Pan de cada día que nunca se pone duro!

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