Perplejidades y dudas

Eso es lo que me suscita leer las noticias conjuntamente con el Boletín Oficial, y hacerlo desde este barrio, con la experiencia cotidiana de acoger y escuchar los problemas de tantas familias que no llegan a cubrir sus necesidades vitales básicas con un mínimo de seguridad y dignidad. La misma perplejidad que me produce combinar esos elementos con algunas actuaciones de las organizaciones de izquierda, que parece que viven en otro mundo donde todo se arregla quemando curas, abortando libremente y asaltando inmuebles, como si eso fuese justicia, o dignidad. Doy por sentado que el PP y las organizaciones de "derechas" ni siquiera se plantea estas cuestiones, pero por fidelidad a lo que son: no están para servir a las personas, y lo han demostrado con creces. Su dios es otro.

Por eso mi perplejidad  se centra en las "izquierdas" ante la desconexión con la realidad que supone una y otra manera de actuar, pero que a éstas les afecta más. Es lo que tienen en común. El problema de la gente no es la república o la monarquía, ni la Iglesia o el sexo. El problema de la gente no es si un secretario general u otro, o unas primarias u otras, o independencias de papel maché. Eso puede que sean 'problemas' para quien tiene las seguridades aseguradas. Y se pueden asegurar en rojo o en azul.

El BOJA publica ayer el Plan de la Junta contra la exclusión social que piensa arreglar con aproximadamente 80 euros por cabeza la situación de los desempleados de Andalucía, en lugar de abordar la imprescindible creación de empleo, que es lo único capaz de sacar de la exclusión a las personas. Las críticas no son mías, son también de organizaciones sociales y de organizaciones sindicales. Mi perplejidad aumenta cuando, pese a que los datos de encuestas recientes nos recuerda que para el 84 % de la población el problema es el desempleo -probablemente porque de una manera directa o indirecta se ven afectados angustiosamente por ello- y que los tres siguientes problemas en importancia son la corrupción, los políticos, y los partidos políticos, ninguno de los agentes políticos parece estar dispuesto a poner pies en pared para cambiar esa situación, devolviendo un imprescindible contenido ético a la vida política, y una urgente reorientación a la actividad política en favor de la vida, los derechos, y la dignidad de las personas.

Mi perplejidad aumenta cuando los llamados movimientos sociales -aún enmarañados con un batiburrillo intragable de propuestas encontradas- a los que reconozco el positivo papel que están jugando en la regeneración del tejido social, y en la alarma que suponen en muchos aspectos para despertar las conciencias adormecidas, se orientan, según los vientos, a banales infantilismos y a propuestas ideológicas a las que dan el mismo nivel de importancia que a trabajar en pro de las personas y a poder vivir con dignidad. No es lo mismo. No confundamos. En unas causas podemos encontrarnos. En otras, no me esperen. Creo que es urgente que estos movimientos reorienten de forma radical su identidad y acción en pro de las personas, sin otros colgantes, si quieren encontrarse con un futuro a medio plazo y no acabar convirtiéndose en meros movimientos marginales tan cargados de contradicciones como lo están hoy los partidos políticos.

Mi perplejidad engorda cuando ante todo eso, simplemente optamos por callar o lamentarnos, o cuando la  gente te dice que "haces política" al ofrecerles sumarse a propuestas que ayuden a salir a las personas de la exclusión, y que ellos están desencantados de la política, y por eso no participan.

No tengo respuestas. Hoy solo tengo perplejidades y dudas que comparto. A veces compartir perplejidades es la manera de empezar a salir hacia las certezas encontrando caminos.

Y si algo hace falta es encontrar caminos.


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