Como es su ser y en su sitio

Hace tiempo que vengo notando un descenso acuciante de calidad en la prensa escrita, en general, pero más preocupante aún en la prensa digital. Sobre todo en la falta de corrección ortográfica, sintáctica, y -desde luego- literaria.

Y me preocupa. Siempre me ha preocupado que el error se publique con desfachatez, sin sonrojo, porque acaba convirtiéndose en lo normal, en la norma, y eso termina por envolver la verdad hasta ocultarla.

Escribir bien no es solo prurito de intelectuales aburridos o desocupados. Es un servicio de responsabilidad con la verdad, y eso es algo que nos compete a todos, hasta en las notas que dejamos puestas mediante pósits en la puerta de la nevera, sujeta con ese imán, recuerdo de... que alguien nos regaló y, por más que cerremos a portazos el refrigerador, no se termina de caer y romper, para poder deshacernos de él sin remordimientos.

El descenso de calidad me sugiere que han llegado a las redacciones de los periódicos los que no hicieron reválida, ni preuniversitario, ni el bachillerato antiguo. Han llegado los hijos de las siglas, de esos sistemas educativos que cada cuatro años nos regalan siglas: los del BUP, la ESO, los de la LOE, la LOSE, la LOGSE, la LOMCE. Han llegado los que a lo mejor han terminado periodismo sin leer entero ni un solo libro. Y lo peor, es que también han llegado ellos a ser los correctores de los medios; tal parece.

Hemos mezclado los chivos con las cabras, cuando afirmamos que el lenguaje de los mensajes de texto y demás familia telefónica de conversación, permiten -ancha es la Castilla digital- obviar las reglas de escritura. Escriba usted como quiera, cómase ávidamente las letras que le apetezca, invente palabros constreñidos por la falta de espacio, ejercite el argot, y sustituya las letras, esos trazos curvados, sutiles, por rasgos  pre-alfabéticos, pero no pretenda que ese lenguaje sea el modo normal de escritura fuera de esos ámbitos, y, por tanto, cuando esté en otros ámbitos, recuérdelo, para escribir como en ellos corresponde. Si quiere hablar en lengua consonante a través de los móviles, muy bien (es un decir) Fuera de ellos, evíteme la repugnancia.

Escribir cada palabra como es su ser. Cada palabra tiene su ser, y arrancarle letras o cambiarlas es hacer de frankestein del lenguaje. Cada letra tiene su sitio; las letras, solo ellas, son las que se reúnen para crear palabras. Cada una sabe dónde ir, dónde quedarse. Dejémoslas ser y estar.

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