En defensa de la política.

Había pensado titular esta entrada "Mantenidos", porque dice una noticia que leo hoy en la prensa, que entre el año 2002 y el 2011, el PP recibió en subvenciones públicas entre el 85 y el 90 % de sus ingresos. Si se dejara de subvencionar con fondos públicos a los partidos políticos está claro que desaparecerían del panorama político. Tengo mis dudas de que eso no fuera una bendición, pero lo que es inasumible es que se sostenga con fondos públicos a esta partida de embusteros, mangantes y ladrones, que esquilman lo que es del común, lo que es de todos, para su enriquecimiento privado.

Que son unos mantenidos está claro. El esperpento de Arenas y de Cascos, ayer, perdiendo la memoria, en sus declaraciones en sede judicial, dejan poco lugar a la duda. O la estupidez es requisito de esta política, o siguen convencidos de que lo de todos es solo suyo, y de que tienen carta blanca para hacer lo que sea pasando por encima de los ciudadanos.

El mantenido no solo vive a nuestras expensas, sino que, además, nos jode. Que eso lo viene haciendo estos tipos desde hace tiempo es algo que ha quedado ya fuera de toda duda. Que lo sigamos consintiendo es algo que queda fuera de toda lógica.

Está claro que estos partidos mantenidos, sean seudosocialistas o seudoliberales, o seudocomunistas o seudonacionalistas..., que ninguno del arco parlamentario se escapa, ni han estado a la altura que las transformaciones de la vida política y social reclaman, ni parece que estén dispuestos a cambiar. Por eso, en defensa de la política, hay que empezar a hacer otra política distinta (no ellos, demostradamente incapaces) Esta democracia representativa es hoy más impedimento que palanca de cambio para avanzar a una democracia que sustente y anime un mundo común. Hemos de avanzar hacia una democracia distinta, hemos de cambiar la política y hemos de hacerlo en defensa de la política como el mejor mecanismo que tenemos para resolver los conflictos, y avanzar en la consecución del bien común.

Hay que empezar a recuperar el aprecio por lo común, el valor de lo común, la necesidad de lo común. Y eso hay que empezar a hacerlo desde la propia vida personal y familiar.

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