La sucesión

Hoy es el día de la abdicación y dentro de unos días será la coronación. Abdica Griñán para coronar a Susana. Hace años alguien de más valía que yo –no recuerdo quién, por mi mala memoria- decía que el PSOE le había reconciliado con la Iglesia, porque si en doscientos años el PSOE había sido capaz de ir traicionando uno a uno sus principios fundacionales, hasta ser sostén del capitalismo neoliberal, a la Iglesia en dos mil años de historia se le podía perdonar casi todo, pues sus traiciones habían sido mucho menores, y además siempre quedaba en ella la voz profética que –como el gallo a San Pedro- le cantaba sus traiciones.


La abdicación y coronación subsiguiente en la Junta de Andalucía muestra en toda su amplitud cómo se han pasado por el forro de los caprichos la democracia interna, y la externa también. Que un partido que se dice democrático gestione estas situaciones al margen de verdaderos procesos de participación y elección imponiendo candidatos no votados en unas elecciones verdaderamente democráticas (ya van dos veces) es terminar con el poco aspecto formal que le quedaba a esta democracia. No se puede calificar de democrática una sucesión monárquica como ésta que pone de manifiesto el sentido patrimonial que se tiene del poder. Y todo ese proceso, además, sin la menor voz crítica dentro del propio partido, lo que demuestra que el interés no es el gobierno de lo común al servicio de la ciudadanía, sino el mantenimiento de los propios privilegios en defensa de intereses particulares; sus intereses particulares.

Hoy es día triste en Andalucía, porque enterramos definitivamente un horizonte de esperanza. Del PP y los restantes partidos orgánicos, ni hablo. Habrá que pasar por el sepulcro.

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