Paños de hombros y paños de lágrimas

Publicado en Noticias Obreras - Agosto 2013

Releyendo noticias sobre la celebración de las procesiones del Corpus en distintas diócesis, aparece algún comentario en las redes sociales alabando el uso (y abuso) del paño de hombros, del humeral y justificándolo en que “las manos del sacerdote son indignas de tocar la custodia que porta al Señor”.

Hay quienes cegado por el humo de tanto incienso han perdido el horizonte vital de tal modo que terminan confundiendo la sopa con la sopera. Son como aquellos discípulos que terminaron adorando al gato, porque su maestro tenía uno, y al morir el maestro el gato fue lo único que tenían en recuerdo de él. Se terminaron olvidando del maestro, claro.

Si el sacerdote fuese indigno de tocar el copón o la custodia con sus propias manos, con más razón debería ponerse guantes para dar la comunión, porque lo que toca es la hostia directamente. En fin, cuando el sentido común desaparece de la vida –también de la liturgia- podemos acabar adorando al gato, aunque éste sea de escayola y nosotros alérgicos a los gatos.

Da igual que confundamos copones o custodias con la Eucaristía misma, el problema es que por debajo de esa extraña confusión se esconde la vaciedad del rito o la insignificancia del signo, y el alejamiento de la vida, y del proyecto de humanización de las personas; cuando desvinculamos evangelio y celebración es porque solemos desvincular también evangelio y vida.

Es como si descubriéramos, por ejemplo, que en Cáritas, que proclama trabajar por la justicia, se pasan por el forro los derechos laborales de sus trabajadores, o que su funcionamiento carece de cualquier atisbo de comunión. ¡Qué escándalo! Pues eso.

Procesión del Corpus primera fue el viaje de la Virgen María a visitar y servir a su prima Isabel en su necesidad, llevando a Jesús en su vientre, y es la vida de cada uno de nosotros, al terminar la Eucaristía y volver a la vida, porque hemos de volver transformados por Aquel a quien comulgamos y portamos; por Aquel del que somos transparencia –hemos de serlo- para los demás. Lo importante no son los paños de hombros, sino los hombros sobre los que portar a quienes no pueden seguir sin ayuda, o los hombros sobre los que dejar que descansen los rostros cansados de los hermanos, aunque las lágrimas o el sudor manchen nuestro vestido. 

Decía Pascal que hay que arrodillarse solo ante Dios y ante los pobres, que todo lo demás es idolatría. Dios está presente en la Eucaristía y en el rostro del hermano. Dios que reclama que seamos paño de lágrimas y abrazo para los hermanos. Dios del que somos transparencia solo si adoramos el Misterio de Amor. Está bien adorar la Eucaristía; solo quien adora a Dios por su infinito Amor y total entrega, sirve. No creemos en el paño de hombros, ni en la custodia, sino en lo que uno y otra pueden llegar a esconder.

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