Tardes de agosto

Las olas de calor me pueden. No soporto el calor. Me aplatana, me enfada, me desquicia, así que las tardes de agosto sin quehaceres a la vista, en que los termómetros aconsejan enrojecidos no asomarse a la calle si no es por una necesidad extrema, después de comer, me encierro en casa, la oscurezco todo lo que es posible, y me acurruco en el rincón más fresco -si es que existe tal lugar- con un libro y mi música., y desaparezco.

Permito solo que entre la luz necesaria para poder leer y moverme en la penumbra. Es como si oculto el calor no pudiese encontrarme. Me escondo en silencio para no darle pistas de mi paradero. Leo en silencio para no alertarlo de mi presencia, y la música que fluye incansable y fresca, amortigua mi respiración para hacer más difícil que pueda localizarme.

Al final termino venciendo. Llega la noche y el sol se va rendido al no poder alcanzarme. Mi libro, mi música y yo, hemos ganado esta batalla, pero la guerra sigue, y no todas las tardes puedo recurrir a esta estrategia. Hoy, al menos, las palabras y las notas han triunfado. Mañana volveremos de nuevo a las trincheras.

Comentarios

  1. Si dispones de unos días y quieres pasarlo en Marbella, aquí tienes tu casa a pensión completa.

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  2. muchas gracias Francisco, pero es precisamente días lo que no tengo. Seguiremos escondidos

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