Caminar en esperanza para hacer historia.

Domingo 1 de Adviento (A)

¡Que viene, que viene! Llega el Adviento, la esperanza, el Señor a nuestra vida. El primer domingo de Adviento tiene siempre algo de nervios por lo que uno siente cerca sin que lleguemos aún a tocarlo. Son esos momentos de espera que nos ponen en tensión. Y de eso nos habla la Palabra de Dios de este primer domingo. Es posible la esperanza. ¿Es posible?

¿Es posible para quienes son descartados por este sistema y esta sociedad? ¿Es posible para quienes son víctimas de las relaciones humanas y sociales injustas que hemos establecido como lo normal en nuestra vida? ¿Es posible para quienes viven encorvados bajo el peso de las tristezas, de las dificultades, los años y los achaques? ¿Y para quienes han perdido su trabajo y no ven horizonte distinto? ¿Y para quienes se quedan atrapados en las cuchillas de las vallas de Melilla? ¿Y para quienes vuelven cada día a casa con la incertidumbre del mañana posible para su familia?

Es difícil hablar de esperanza hoy. Para muchos hermanos nuestros puede parecer un sarcasmo cuando nos escuchan hablar de esperanza en medio de sus condiciones inhumanas de vida y de trabajo, y sin embargo los cristianos nos recordamos cada año cuando llega este tiempo que tenemos que hablar incansablemente de ella, que tenemos que caminar en esperanza sin descanso, que tenemos que hacer posible y real la esperanza, aunque a veces se nos tiña de noche y de tristeza. Solo es posible que hablemos de esperanza, solidariamente embarrados en la vida de los últimos. Nuestra esperanza crece porque su raíz es Jesucristo, el Dios hecho hombre que camina con nosotros. 

Estar preparados, en vela, atentos, esa es la invitación de este Adviento y de este domingo. Despertarnos, sacudirnos, no amodorrarnos, no acostumbrarnos, no hacer de este Adviento una rutina más. Porque el Señor viene y tendremos que reconocerlo cuando llegue. Y eso solo es posible si lo hemos conocido en nuestra vida de cada día, si hemos estado atentos cada día a sentir su presencia en nuestro camino, en nuestra oración, en la escucha de su Palabra y en los Sacramentos, en la cercanía del hermano sin esperanza. Hemos de prepararnos, caminar en esperanza como hijos de la luz, construyendo la Paz, fruto de la Justicia. 

Hablar de esperanza hoy solo es posible cuando en nuestra vida la solidaridad demostrada cada día, hace posible que crezca en la vida de quienes la perdieron. Por eso nuestra vida creyente en Adviento se tiñe del color de la esperanza solidaria, de la solidaridad realizada, de la encarnación acontecida en la historia. Nos lo ha recordado el Papa Francisco en la exhortación Evangelii Gaudium: La verdadera esperanza cristiana que busca el Reino escatológico, siempre genera historia. (EG 181)

Caminar en esperanza en este Adviento es generar historia humana, historia fraterna, historia concreta de Amor de Dios para todos y cada uno, y de amor entre nosotros. Historia de Salvación.

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