Desaparecer - Desconectar

Cuando las redes te atrapan es difícil salir de ellas, pero hay que intentarlo con todas las fuerzas, e ir deshaciéndose de lastre innecesario, desvincularse de redes comerciales que no te permiten respirar.

Dos ejemplos:
El primero, ayer, recibo una llamada telefónica de mi operadora de teléfono móvil para ofrecerme un programa de servicios de descuentos. Habla a una velocidad vertiginosa y me pilla andando. Logra que me deje embaucar (la prisa –su vertiginosa verborrea –el anzuelo del descuento –el deseo de acabar la conversación) con la posibilidad de un descuento del 25 % en determinados gastos, y cuando ya he picado el anzuelo descubro que yo he de pagar más de doce euros al mes y que para conseguir resarcirme y que me resulte beneficioso el trato, debería consumir lo que no consumo, donde no consumo, y en cantidades que me harían estar todo el tiempo pensando en consumir. 

Afortunadamente, esta mañana con una llamada telefónica dentro del plazo de “prueba” del que disponía, he podido darme de baja y confirmar la baja por si acaso. Relativamente fácil y sin más preguntas. Pero andaba angustiado desde ayer por el hecho.

El segundo se refiere a una tarjeta de crédito. Hace meses un amigo en paro me pidió que me sacase la tarjeta de crédito de una entidad con la que yo no tenía trato, porque si él conseguía un número de ventas, podría quedarse en la plantilla… el drama del desempleo y la precariedad. Por su insistencia lo hice para que constara en su haber, pero no la he utilizado apenas, porque no me reporta ventaja alguna, y porque no me es necesaria. A mi amigo lo despidieron al mes por no llegar al cupo de ventas. 

No me supone coste alguno, pero me ata a una entidad bancaria más, tener una clave más que recordar, una contraseña más… así que decido desprenderme de ella, y hago la oportuna llamada telefónica, en la que tras dos escalones previos me pasan con una operadora que me pregunta insistentemente por los motivos, por los medios de pago que utilizo, y por las razones de mi baja. No me interesa, simplemente, le digo, y no tengo que informarle de los medios de pago que yo utilizo. Y empieza a ofrecerme promociones y servicios para que continúe con la tarjeta. Tras decirle hasta en ¡seis! ocasiones que no me interesa, que no quiero que me ofrezca nada, que solo quiero desaparecer de sus bases de datos, dejar de ser cliente, dejar de tener activa su tarjeta, y sólo cuando me pongo serio, y mi tono de voz cambia audiblemente, consigo que realice la operación y dé de baja la tarjeta. Su tono también cambia; he dejado de ser un cliente potencial, para ser un ocupante molesto de la línea telefónica del que hay que deshacerse.

Habrá que seguir con la cruzada y desasirse de tanto peso innecesario, tanto lastre. Quedarse con lo imprescindible, que a medida que va uno cumpliendo años, son cada vez menos cosas.
He decidió seguir adelante, e irme dando de baja de casi todo. Es la única forma de volver a la necesaria simplicidad vital. Y esta simplicidad, estoy cada vez más convencido, sí es realmente necesaria.

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