Signos de conversión. Noticias de Pascua.

Las últimas semanas han resultado eclesialmente muy intensas, aunque yo las he tenido que vivir como “equipo de dolor”, en la distancia, desde dentro del atrio, por aquello de los achaques: La celebración del 50 aniversario de la muerte de Guillermo Rovirosa, las visitas ad límina de los obispos españoles, las elecciones en la Conferencia Episcopal, que nos hacen sentir que la “primavera del papa Francisco” llega a nuestra Iglesia, el primer aniversario del pontificado del papa... La Iglesia ha sido noticia y –para variar- noticia en clave positiva en muchos medios de comunicación.

En cierta manera yo creo que a muchos creyentes nos reconforta encontrarnos con este eco positivo de nuestra vida en los medios, es como si se nos diese un respiro, como si sintiésemos que, en el fondo, se reconoce nuestra tarea, nuestra labor, lo que intentamos aportar en positivo para humanizar nuestro mundo; es como si, tras muchos sinsabores y esfuerzos, sintiésemos que merece la pena seguir el camino, porque al final la verdad de nuestra vida sale a la luz. No es que necesitemos ese eco para seguir empeñados en la tarea de humanizar el trabajo y la vida, pero no está de más, nos hace bien, nos ayuda.

Lo que no debe es hacernos perder el horizonte. Mi abuelo tenía una frase repetida: “líbreme Dios del día de las alabanzas” Y todo esto me hace recordar otro texto del Evangelio de Lucas: Cuando des un banquete, invita a pobres, mancos, cojos y ciegos.  Dichoso tú, porque ellos no pueden pagarte; pero te pagarán cuando resuciten los justos. (Lc 24, 13-14) Quienes deben sentir el anuncio de la Buena Noticia son los pobres. Para quienes hemos de ser Iglesia, razón de esperanza, y portadores de luz es para los pobres. Quienes deben hablar bien de nosotros son los pobres. Quienes deben notar en nuestra vida la alegría del Evangelio que es fuerza humanizadora para ellos son quienes hoy solo reciben malas noticias.

Por eso, en esta Cuaresma hay que reconocer y agradecer esas presencias y gestos que animan nuestra conversión gozosa a Dios y a los pobres. Pienso en el compromiso de muchos militantes para que la persona sea lo primero, en sus centros de trabajo, en sus barrios ignorados, en la cercanía a las necesidades de las familias trabajadoras; en su trabajo cotidiano y callado junto a las víctimas de la crisis, en asambleas de parados, en plataformas sociales contra los desahucios. Pienso en gestos sencillos de comunión, de vida y de bienes con los empobrecidos en parroquias y comunidades, en esa comunión de acción que ayuda a levantarse a quienes quedan caídos al borde del camino. Pienso en esos proyectos, semillas de esperanza, audaces y creativos, que muchos cristianos van poniendo en marcha para hacer posible una economía al servicio de las personas y un trabajo decente. Pienso en las experiencias de corresponsabilidad de los laicos en los movimientos apostólicos y en otros ámbitos eclesiales. Pienso en tantos y tantas que ofrecen cada día el rostro cercano, misericordioso, acogedor, amable, samaritano, compasivo, amoroso, de Dios y la Iglesia.

Tenemos la Pascua a las puertas, empujando la vida. Hagamos fructificar esas semillas.

Publicado en Noticias Obreras 1558. Abril, 2014

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