No lo puedo remediar (o no me da la gana, que también puede ser)

No lo puedo remediar. Hay cosas que me enervan. Me enerva la ministra de empleo que pone en manos de la Virgen del Rocío la solución del desempleo, cuando dice a boca llena que esto va bien y se crea trabajo estable y de calidad. Me enerva la mentira absoluta, el desprecio hacia los desempleados y los precarios que sus palabras suponen. Me enervan los periodistas que le sirven de voceros y no le dicen –respetuosamente, pero a la cara-  que miente, simple y llanamente.

Me enerva que se vendan mentiras absolutas envueltas en papel de celofán de medias verdades. Y me enerva más que haya descerebrados que las compren.

Me enerva la canalla que nos gobierna. Y me enerva más aún que se crea descendiente directa del rey David.

Me enerva, por ejemplo, prácticamente todo lo que tiene que ver con muchas hermandades en Sevilla, que han terminado por venderse a las subvenciones del folcloreo y la charanga. Lo de la fe, si eso, ya otro día… Y me enerva aún más que sigamos manteniendo tal despropósito en la Iglesia, y no hayamos puesto pies en pared, desvelando el signo antievangélico que han llegado a suponer.

Me enerva que se quiera hacer creer que podemos afrontar lo que se llama crisis de fe con recetas del pasado, consistentes en reafirmar una burocracia "pastoral" sin habernos parado a descubrir que los tiempos han cambiado, y sin ser capaces de un mínimo análisis. Me enerva que no queramos aceptar que el lugar de la Iglesia es la irrelevancia social, o sea, lo contrario de como se entiende por ejemplo en esta ciudad eso de la relevancia. Y que eso de que los sacramentos son para todos (hasta para los que ni los quieren ni los piden, ni están dispuestos a vivirlos) se nos convierta en recurso penoso al que acudimos.

No lo puedo remediar. Hay días que me levanto con la mejor de las intenciones, y entonces, antes de terminar el café, ¡zas! Me enervan los que salen a la calle con la boca abierta, el cerebro vacío, y el corazón acartonado.

Es verdad que también hay muchas cosas que me elevan, me empequeñecen, me ensanchan y me alegran. A veces surgen en los lugares más insospechados y son pura acción de gracias. Sobre todo son cotidianas; no hay día sin su cuarto y mitad. No hay día que no traiga su cartucho de luz. Pero eso no tiene por qué ocultar que hoy, hay una panda de bocaflojas, que sin ser las diez, ya me han enervado. 

Antes de que sea más tarde, me voy a por un cartucho de luz, que me está haciendo falta.

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