Memoria flaca y deleznable

Cuando me moceaba y el latín era una de las asignaturas que estudiaba, un profesor de voz profunda me solía decir, cuando olvidaba cómo seguir traduciendo un texto, que tenía "memoria flaca y deleznable". Aquello me hundía en la miseria, claro.

Me acuerdo de esa expresión, y pienso cómo muchos cristianos somos de "memoria flaca y deleznable". 

Lo mismo aplaudimos las palabras del Papa sobre los inmigrantes, sus gestos, nos llenamos de horror ante su tragedia, que aprovechamos y nos falta tiempo para hacerlos compendio de las causas de todos nuestros males. Indudablemente, somos de memoria flaca y deleznable.

Somos de memoria flaca cuando el miedo y la sinrazón de la muerte y la violencia nos llevan a culpabilizar a todos los inmigrantes de aquello que tiene responsables muy concretos. Somos de memoria injusta cuando generalizamos sin razón y sin sentido. Somos de memoria flaca cuando nos olvidamos de que nuestra codicia alimenta las guerras y la miseria que les empujan a morir en el mar, o a atravesar miles fronteras y países, después de marchar miles de kilómetros abandonados a su suerte. Somos de memoria flaca cuando olvidamos que los monstruos crecen porque les alimentamos. Olvidamos cuanto de todo eso, incluso el odio irracional de algunos, lo hemos sembrado los del primer mundo, mediante la explotación de sus recursos, la explotación de las personas, la venta de armas, el comercio injusto, la deuda externa asfixiante...

Recuerdo algo que decía el papa en Evangelii Gaudium (187)
"Hacernos sordos a ese clamor, [el clamor de los pobres] cuando nosotros somos los instrumentos de Dios para escuchar al pobre, nos sitúa fuera de la voluntad del Padre y de su proyecto, porque ese pobre clamaría al Señor contra ti y tú te cargarías con un pecado. (Dt 15, 9) Y la falta de solidaridad en sus necesidades afecta directamente a nuestra relación con Dios" 

Algunos medios de comunicación de la Iglesia deberían grabarse esto a fuego, es verdad.

Hoy pienso cuantos cristianos de misa y olla se sitúan fuera de ese proyecto de Dios, al margen de Dios, cuando el miedo nos ciega y nos vuelve insolidarios. Queremos seguir justificando nuestro egoísmo y, pretendemos que Dios lo justifique.

El próximo domingo celebramos la solemnidad de Jesucristo, rey del universo. Celebramos, y recordamos, que su reino no es de este mundo, pero Jesús es un rey que ha venido a este mundo, porque su Reino debe crecer ya, en medio de las personas y sus vidas, de sus instituciones y ambientes, de sus luchas y esperanzas. No nos invita a huir del mundo, sino a no conformarnos con él.

Los cristianos estamos en el mundo, aunque no somos del mundo, ni nos podemos conformar con él ni dejarnos configurar por él. Estamos en el mundo porque es donde está el ser humano padeciendo dolor, injusticia, pobreza, violencia; porque es en su vida donde hemos de suscitar la esperanza. Ahí estamos porque ahí debe estar la Iglesia, a través de nuestro amor y nuestro compromiso. 

Contemplaremos al rey en su trono: a Jesús en la Cruz; despojado, humillado, maltratado, colmado de injurias, entregado a la muerte, abandonado de todos, conservando su dignidad, fiel a una vida de amor y servicio hasta el extremo, hasta dar su vida… y contemplarle nos interpela, nos interroga sobre la dignidad de toda persona humana, especialmente de las maltratadas, las humilladas, las despojadas de sus derechos, las precarizadas, las descartadas, sobrantes, condenadas a morir.

Que nuestra memoria no sea flaca, sino agradecida, misericordiosa, solidaria. Que construyamos la Paz, y la Justicia.

Comentarios

Entradas populares de este blog

No tengo fuerzas para rendirme

Feliz año nuevo, en pijama