CRECIMIENTO Y CREATIVIDAD
Ascensión del Señor - C
(Lucas 24,46-53)
08 de mayo 2016
José Antonio Pagola
(Lucas 24,46-53)
08 de mayo 2016
José Antonio Pagola
Los evangelios nos ofrecen diversas claves para entender
cómo comenzaron su andadura histórica las primeras comunidades
cristianas sin la presencia de Jesús al frente de sus seguidores. Tal
vez, no fue todo tan sencillo como a veces lo imaginamos. ¿Cómo
entendieron y vivieron su relación con él, una vez desaparecido de la
tierra?
Mateo no dice una palabra de su ascensión al cielo.
Termina su evangelio con una escena de despedida en una montaña de
Galilea en la que Jesús les hace esta solemne promesa: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo». Los discípulos no han de sentir su ausencia. Jesús estará siempre con ellos. Pero ¿cómo?
Lucas ofrece una visión diferente. En la escena final de su evangelio, Jesús «se separa de ellos subiendo hacia el cielo». Los discípulos tienen que aceptar con todo realismo la separación: Jesús vive ya en el misterio de Dios. Pero sube al Padre «bendiciendo» a
los suyos. Sus seguidores comienzan su andadura protegidos por aquella
bendición con la que Jesús curaba a los enfermos, perdonaba a los
pecadores y acariciaba a los pequeños.
El evangelista Juan pone en boca de Jesús unas palabras que proponen otra clave. Al despedirse de los suyos, Jesús les dice: «Yo me voy al Padre y vosotros estáis tristes... Sin embargo, os conviene que yo me vaya para que recibáis el Espíritu Santo».
La tristeza de los discípulos es explicable. Desean la seguridad que
les da tener a Jesús siempre junto a ellos. Es la tentación de vivir de
manera infantil bajo la protección del Maestro.
La respuesta de Jesús muestra una sabia pedagogía. Su
ausencia hará crecer la madurez de sus seguidores. Les deja la impronta
de su Espíritu. Será él quien, en su ausencia, promoverá el crecimiento
responsable y adulto de los suyos. Es bueno recordarlo en unos tiempos
en que parece crecer entre nosotros el miedo a la creatividad, la
tentación del inmovilismo o la nostalgia por un cristianismo pensado
para otros tiempos y otra cultura.
Los cristianos hemos caído más de una vez a lo largo de la
historia en la tentación de vivir el seguimiento a Jesús de manera
infantil. La fiesta de la Ascensión del Señor nos recuerda que,
terminada la presencia histórica de Jesús, vivimos «el tiempo del
Espíritu», tiempo de creatividad y de crecimiento responsable. El
Espíritu no proporciona a los seguidores de Jesús «recetas eternas». Nos
da luz y aliento para ir buscando caminos siempre nuevos para
reproducir hoy su actuación. Así nos conduce hacia la verdad completa de
Jesús.
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