Vacaciones: tiempo sin tiempo

Están siendo unas vacaciones distintas. No hay turismo, ni frenesí cotidiano por llenar el día visitando lugares, monumentos, ni haciendo muescas en la culata para incrementar el número de trofeos. No hay empeño en hacer kilómetros y ver sitios que quedan conservados en las fotografías para poder añorarlos cuando se han ido. Hay, eso sí, tiempo. Tiempo sin medida; tiempo sin tiempo.

Tiempo sin tiempo para  el descanso, la calma y el sosiego, para echar fuera las prisas, y descubrir cuánto cabe en el tiempo sin tiempo. Para olvidar relojes y dejar que el sol me amanezca y el cansancio me arrope. Tiempo sin tiempo en el que cabe casi todo.

Cabe el encuentro y la amistad, gratuitos, agradecidos y humanos. Encuentros serenos, profundos, humanos. Encuentros vitales. Algunos inesperados, y, por eso mismo, doblemente agradecidos. Lo mejor no se busca, se encuentra. Es tiempo para resembrar amistades y lazos. Hay tiempo sin tiempo para la charla sosegada, para el diálogo, para el recuerdo, y para el proyecto...
Cabe el silencio, la ausencia de ruidos, al no tener conexiones de internet buenas y tener que vivir lo inmediato, lo real, el presente momento, con todo lo que ello comporta. Cabe en el silencio la escucha y, por ende, la contemplación, la mirada profunda.
Cabe, así, el encuentro conmigo mismo, que es tan necesario, porque el ritmo de lo cotidiano a veces desdibuja mi propio rostro. Es tiempo de asear y peinar alma y corazón. Cabe, pues, la reconciliación consigo.
Cabe el camino y cabe el caminar, sabiendo que la meta es lo de menos. Es el camino lo que realmente me embarga y me alienta. El camino a través del bosque, la montaña, la lluvia, el verde y la paz. Cabe la naturaleza que nos devuelve, inmensa, a nuestra estatura real.
Cabe la oración, serena, continua, tranquila, real, encarnada... a ras de suelo, y a ras de cielo.
Cabe la lectura aparcada por no tener más que tiempo con tiempo, tiempos medidos, durante el curso, y redescubro el placer de la lectura, sin atril, pero siempre con lápiz. Cabe el regalo de las palabras y las frases, de los pensamientos atrapados, que expresan en sintonía los que aún no fui capaz de engarzar. Cabe la escritura: otro placer que solo es posible cuando el tiempo es así.
En fin, cabe Dios.

Seguro que en este tiempo sin tiempo cabe más, pero ya llegará.


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