Orar en el mundo obrero, 32 domingo T.O.
El Orar en el mundo obrero de esta semana nos invita a no perder la oportunidad de participar en la fiesta del Reino.
No
sabemos cuándo vendrá, pero tenemos la certeza de su venida. No caben actitudes
que tienen poco que ver con el Evangelio: calcular el retraso para
aprovecharnos de él, no tener paciencia para esperar, decaer en nuestra
vigilancia y nuestro compromiso. Además la vigilancia, el compromiso, es algo
que no podemos delegar. Corresponde a toda la comunidad, pero somos cada uno
personalmente quienes hemos de estar preparados. Es una decisión y una
respuesta personal. Cada quien hemos de poner el aceite en nuestra lámpara. No
es posible aprovecharnos del “aceite” de los demás; no sirve. Cada uno hemos de hacer nuestra propia
experiencia, recorrer nuestro propio camino.
La
formación, la espiritualidad y el compromiso que alimentan nuestra espera, que
nutren la esperanza, que construyen la comunión, que nos mantienen atentos a la
vida de las personas, capaces de hacernos cargo de la realidad, de discernir
por dónde va llegando el Reino… es responsabilidad personal e indelegable.
Tenemos
la responsabilidad de estar despiertos para percibir el paso de Dios y las
semillas del Reino en nuestra historia y en la historia cotidiana de nuestras
hermanas y hermanos, porque este tiempo que vivimos es rico en posibilidades de
salvación. Que no nos pase como expresa el poema de León Felipe:
Yo
no sé muchas cosas, es verdad.
Digo
tan sólo lo que he visto.
Y
he visto:
que
la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que
los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que
el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que
los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y
que el miedo del hombre...
ha
inventado todos los cuentos.
Yo
no sé muchas cosas, es verdad,
pero
me han dormido con todos los cuentos...
y
sé todos los cuentos.
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