Acatar

Dice el Diccionario de la RAE que "acatar", en los dos significados que no están en desuso, quiere decir:
1. tr. Tributar homenaje de sumisión y respeto.
2. tr. Aceptar con sumisión una autoridad o unas normas legales, una orden, etc.

Me parece que hace falta revisar las definiciones. Yo acato las sentencias judiciales, con respeto - son los tribunales de justicia las instancias que, en democracia, han de interpretar y aplicar la ley para la resolución de los conflictos civiles, penales, y de todo orden jurisdiccional. Ahí no hay controversia. Pero acatar no significa -por eso creo que sobra la sumisión, en la definición- estar de acuerdo con el contenido de las mismas. Por eso existen precisamente, los mecanismos legales de recurso y oposición a las resoluciones judiciales. Y por eso existen diversas instancias de revisión y apelación. No conviene, pues, confundir el acatamiento, con la sumisión o la conformidad. Acatar una resolución judicial no excluye el desacuerdo ni la crítica.

Igual que hay definiciones en el diccionario que necesitan un poco de limpieza, fijado, y esplendor, como reza el lema de la docta casa, hay criterios jurisprudenciales que han de ser revisados con celeridad. El ordenamiento penal va siempre por detrás de la realidad. No anticipa comportamientos antijurídicos antes de que se produzcan, sino que recoge, normalmente a posteriori, y generalmente de manera mejorable, tachas de antijuridicidad porque antes han sido comportamientos que han obtenido un claro rechazo social, por -precisamente- antisociales. El rechazo social es siempre anterior al rechazo penal. Esto obliga a que un primer criterio de antijuridicidad sea, en consecuencia, este. Debe encontrar castigo penal aquel comportamiento que antes ha encontrado un amplio rechazo social por antisocial, justamente. Y tras este rechazo social pueden existir muchas razones, pero suele ser un rechazo de sentido común que, para lo poco que abunda, no debería ser desdeñado tan fácilmente.

La jurisprudencia no debería ir tan por detrás de los criterios sociales. Precisamente su labor de interpretación ha de estar en relación con el sentido social que anida en esa conciencia colectiva en relación con los hechos y las circunstancias que -cada vez a mayor velocidad- van apareciendo novedosas en la vida.

Hechas estas consideraciones previas que pueden parecer disquisiciones mañaneras fruto de malas noches, aclaro que lo que vengo a decir es que, acatando las resoluciones judiciales, como no podía ser menos, me produce vergüenza, estupor, indignación, nauseas, el fallo judicial en primera instancia sobre el caso de la llamada "manada".

No puedo estar de acuerdo con él. Necesariamente he de estar al lado de la víctima, al lado de ella. Aquí no caben muchas disquisiciones.

Con los hechos probados que de manera tan prolija se recogen, y el estomagamiento creciente que produce su lectura, no hay otro sentido común posible que llegar a la conclusión de que salvo un consentimiento absoluta y claramente explícito, no cabe hablar de relaciones consentidas y que toda otra manifestación que no sea ese explicito consentimiento supone una negativa. Violar este consentimiento, aludiendo a que se puede interpretar cualquier vacilación -incluso la provocada por el miedo- como adhesión a la voluntad del violador, es carecer de sentido común, y situarse fuera de la realidad, de un modo apabullante.

Y no cabe entender sino que la prevalencia -reconocida en el fallo- provoca intimidación, con lo cual, y concluyo, espero que la revisión en segunda instancia ajuste el fallo al criterio de rechazo por antijurídico y antisocial de las conductas que han  quedado suficientemente acreditadas.

A partir de ahí me surgen otras reflexiones igualmente preocupantes. La edad de los implicados sugiere que todos han recibido una educación en democracia, en régimen de coeducación, en sistemas públicos o concertados, me da igual, y esto nos tendría que hacer pensar cómo estamos educando, qué valores estamos transmitiendo en esta sociedad, y cómo la deshumanización -que admite comportamientos inhumanos como normales- se ha instalado en el sistema de valores que se está transmitiendo en la familia, en la escuela, y en la sociedad. Esto sí requiere que seamos conscientes y lo paremos, de manera radical. Cualquier tiempo perdido nos devolverá un producto de mayor inhumanidad. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

No tengo fuerzas para rendirme

Feliz año nuevo, en pijama