Esto va de otra cosa

Las mañanas comienzan con el fluir de las noticias en la radio, que te sitúan ante una realidad compleja, pero cada vez más monocromática e interesada. Las noticias suelen ser siempre las mismas. O, dicho de otro modo, es noticia aquello que encaja en determinados parámetros sociales, que sirve a determinada ideología, y que se quiere imponer en el imaginario colectivo. No podemos negar que nos tragamos lo que nos sirven. Y eso responde, a veces, bastante poco a la verdad de la vida, a lo que realmente está pasando.

Las continuas trifulcas entre partidos políticos para acaparar cuotas de poder e influencia, buscando servir a sus intereses, no a las necesidades de la gente, son diario ingrediente de ese cóctel de noticias. El falseamiento de la realidad, eso que llaman postverdad, y que siempre se ha denominado mentira, o verdad a medias, es una especia insustituible. El llamado proceso independentista es un ejemplo más que claro de ambas cosas.
La insistencia en las muertes violentas y los "sucesos" -que proporcionalmente en nuestro país son bastante escasos- nos quieren mostrar un ambiente de inseguridad creciente que justifique cualquier deriva autoritaria. El tratamiento de las cuestiones relativas a inmigración sirve el miedo en bandeja, para generar racismo y xenofobia. Pero en el fondo sigue siendo miedo al pobre.
Si nos tomamos la molestia y el tiempo necesarios para rascar un poco, la verdad -que existe- tiene poco que ver con la información. La verdad y la vida van de otra cosa. Lo otro pueden ser opiniones, y no todas valen igual.

Que hay un sesgo ideológico en las informaciones que recibimos es perfectamente comprobable. La vida humana no tiene un valor propio, igual, para todos. Depende de quien se trate, y si sirve a unos determinados intereses. Todos los días mueren tres personas en accidentes laborales. ¡TRES! Pues el tiempo que se dedica en informativos audiovisuales o medios escritos o digitales a ello es insultantemente inferior -a veces es cero- al que se puede dedicar a otro tipo de muertes. La razón es muy sencilla: unas sirven a determinadas maneras de concebir el mundo y las personas, y estas no interesan para esa visión del ser humano. Unas se han convertido en adalides de la postmodernidad, y otras ponen en cuestión todo este sistema que provoca una disolución de nuestra humanidad. Unas esconden la realidad y otras la sacan a flote.

La vida humana va de otra cosa. La información que sirve a la verdad y genera pensamiento, y ayuda a formar la conciencia, va de otra cosa. 

Y convendría que los cristianos recordáramos que es un requisito esencial y básico de nuestra vida de fe el servir a la verdad; no hay caridad sin verdad. No podemos amar desde la falsedad, desde la tergiversación, desde "mis" posicionamientos e intereses construidos a mi medida.


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