El trabajo solo puede ser humano

Ayer una amiga me dijo que le planteaba dificultad entender eso de que el trabajo solo pueda ser humano; que ella cree que las máquinas también trabajan, hacen nuestro trabajo. Voy a intentar explicárselo.

El trabajo solo es humano, las máquinas no trabajan, no pueden hacerlo, aunque en el lenguaje coloquial intercambiemos los sujetos y apliquemos esa facultad a las máquinas. Pero no, no hay otra posibilidad. Solo los seres humanos somos capaces de trabajar. No existe el trabajo al margen del ser humano, desgajado de la persona que lo realiza. Las máquinas no trabajan, no pueden hacerlo.

La técnica (la máquina) es un producto del trabajo humano y, por eso mismo, simplemente es un instrumento incapaz de trabajar, tan solo capaz de realizar aquellas operaciones para las que ha sido diseñada por el trabajo humano, dependiente del trabajador incluso hasta para ponerse en marcha.

El sujeto del trabajo es el ser humano, el hombre -varón y mujer- que trabajan, que pueden trabajar, porque han sido creados a imagen de un Dios creador. Porque crear -trabajar- es facultad de Dios y de los seres humanos solamente. La Iglesia ha formulado esto desde antiguo sobre la base del relato del Génesis.

La encíclica de Juan Pablo II Laborem Exercens comienza precisamente con una amplia reflexión en este sentido que pone de manifiesto la dimensión subjetiva del trabajo, y su preeminencia sobre la dimensión objetiva, que será la base sobre la que se formula, precisamente, la prioridad del trabajo sobre el capital, sobre los instrumentos y medios de producción, sobre las herramientas y la técnica.

Y es que el trabajo es una dimensión constitutiva fundamental de la propia naturaleza del ser humano; constituye una dimensión fundamental de la existencia del hombre sobre la tierra (LE 4). 

Laborem Exercens continúa diciendo en ese mismo número: Cuando éste hecho "a imagen de Dios... varón y hembra", siente las palabras: "Procread y multiplicaos, y bendecid la tierra; sometedla", aunque estas palabras no se refieren directa y explícitamente al trabajo, indirectamente ya se lo indican sin duda alguna como una actividad a desarrollar en el mundo.El hombre es la imagen de Dios, entre otros motivos por el mandato recibido de su Creador de someter y dominar la tierra. En la realización de este mandato, el hombre, todo ser humano, refleja la acción misma del Creador del universo. El trabajo entendido como una actividad "transitiva", es decir, de tal naturaleza que, empezando en el sujeto humano, está dirigida hacia un objeto externo, supone un dominio específico del hombre sobre la "tierra" y a la vez confirma y desarrolla este dominio.

Trabajar es lo que Dios hace creando, y a esta facultad de su ser divino asocia al ser humano creado a su imagen y semejanza.

Sigue diciendo LE: 
Haciéndose -mediante su trabajo- cada vez más dueño de la tierra y confirmando todavía -mediante el trabajo- su dominio sobre el mundo visible, el hombre en cada caso y en cada fase de este proceso se coloca en la línea del plan original del Creador; lo cual está necesaria e indisolublemente unido al hecho de que el hombre ha sido creado, varón y hembra, "a imagen de Dios". (LE 4)
El dominio del hombre sobre la tierra se realiza en el trabajo y mediante el trabajo.(LE 5)

¿Y las maquinas? Seguimos con la encíclica de Juan Pablo II, (números 5 y 6) que dice: Aunque pueda parecer que en el proceso industrial "trabaja" la máquina mientras el hombre solamente la vigila, haciendo posible y guiando de diversas maneras su funcionamiento, es verdad también que precisamente por ello el desarrollo industrial pone la base para plantear de manera nueva el problema del trabajo humano. Tanto la primera industrialización, que creó la llamada cuestión obrera, como los sucesivos cambios industriales y postindustriales, demuestran de manera elocuente que, también en la época del "trabajo" cada vez más mecanizado, el sujeto propio del trabajo sigue siendo el hombre.

La técnica, no puede entenderse como capacidad o aptitud para el trabajo, sino como un conjunto de instrumentos de los que el hombre se vale en su trabajo, es un instrumento al servicio del trabajo humano aunque es un hecho, por otra parte, que a veces, la técnica puede transformarse de aliada en adversaria del hombre, como cuando la mecanización del trabajo "suplanta" al hombre, quitándole toda satisfacción personal y el estímulo a la creatividad y responsabilidad; cuanto quita el puesto de trabajo a muchos trabajadores antes ocupados, o cuando mediante la exaltación de la máquina reduce al hombre a ser su esclavo.

Si las palabras bíblicas "someted la tierra", dichas al hombre desde el principio, son entendidas en el contexto de toda la época moderna, industrial y postindustrial, indudablemente encierran ya en sí una relación con la técnica, con el mundo de mecanismos y máquinas que es el fruto del trabajo del cerebro humano y la confirmación histórica del dominio del hombre sobre la naturaleza.

Como persona, el hombre es pues sujeto del trabajo. Como persona él trabaja, realiza varias acciones pertenecientes al proceso del trabajo; éstas, independientemente de su contenido objetivo, han de servir todas ellas a la realización de su humanidad, al perfeccionamiento de esa vocación de persona, que tiene en virtud de su misma humanidad.

Trabajar es la manera de responder a nuestra vocación de ser persona creada a imagen de Dios. Forma parte de nuestra existencia, de nuestra "respuesta vocacional".

El trabajo entendido como proceso mediante el cual el hombre y el género humano someten la tierra, corresponde a este concepto fundamental de la Biblia sólo cuando al mismo tiempo, en todo este proceso, el hombre se manifiesta y confirma como el que "domina"... esta dimensión condiciona la misma esencia ética del trabajo. En efecto no hay duda de que el trabajo humano tiene un valor ético, el cual está vinculado completa y directamente al hecho de que quien lo lleva a cabo es una persona, un sujeto consciente y libre, es decir, un sujeto que decide de sí mismo.

Esta circunstancia constituye por sí sola el más elocuente "Evangelio del trabajo", que manifiesta cómo el fundamento para determinar el valor del trabajo humano no es en primer lugar el tipo de trabajo que se realiza, sino el hecho de que quien lo ejecuta es una persona. El primer fundamento del valor del trabajo es el hombre mismo, su sujeto. El trabajo está "en función del hombre" y no el hombre "en función del trabajo". 

Despersonalizar el trabajo, desgajarlo de la persona que lo realiza es lo que este sistema económico -que mata y excluye- pretende. Si las máquinas trabajaran y el trabajo no fuese algo propio del hombre, los derechos del trabajo no tendrían por qué reconocerse -las máquinas no los tienen- porque no hay ninguna vinculación que admitir entre el hecho de ser persona -sujeto de derechos- y el hecho de trabajar. 

Pues ojo, porque esta es una línea fina, que podemos traspasar sin darnos cuenta, convirtiendo, no a la máquina en un trabajador, sino al trabajador en una máquina, en recurso, en un medio de producción, cuya dignidad no ha de ser reconocida, porque las máquinas no tienen dignidad. Por eso es tan importante la dimensión del descanso en el trabajo humano; porque nos distancia de las cosas, porque nos sitúa en una dimensión que las cosas no tienen: parar, descansar, contemplar lo creado, descubrir el don que encierra, y agradecer la gratuidad, hacernos conscientes de nuestra dignidad de trabajadores que crean, a imagen de Dios.

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