Refugiado climático

Huyo del calor. Siempre he procurado hacerlo porque no me viene bien a mi salud, y por eso, cada vez que tengo ocasión vuelvo a mis raíces maternas, buscando el fresco que alivia las jornadas veraniegas (es difícil hacerlo en otras épocas): umbríos bosques húmedos del norte, en los que no hay que sudar, salvo que hagas un ejercicio desmesurado, y ni así, a veces.

Por otra parte, por las raíces paternas, estoy acostumbrado a pasar olas de calor peores que las de estos días; de esas que duran semanas interminables y, sobre todo, de las que traen noches de insomnio tan continuas que el agotamiento se convierte en un ritmo prolongado de vida.

Le temo a los días de vacaciones que haya de volver a bajar a Sevilla, le temo a estas tardes de calor y sudor donde nada fructifica, solo esperando la noche en que poder respirar; días de esconderse y refugiarse.

Me asombro estos días descubriendo que, más al norte, estamos peor que al sur. Más calor. Insoportable en cualquier parte.
Y cuento los días hasta que pueda huir, buscando el frescor y la lluvia -cada vez más escasa- que me regenera.

Y pienso también en quien no tiene esa posibilidad de escapar, y en quien tiene que hacerlo porque le va en juego algo más que la comodidad: le va la vida. No somos conscientes de cómo en el movimiento migratorio que se ha convertido en un signo de los tiempos, la migración forzada por el calentamiento global va teniendo un peso importante.

El cambio climático no es ninguna tontería. Por eso me parece inadmisible, irracional, estúpido, malintencionado, insostenible, que solo por "mis..." y contra toda evidencia se quiera revertir la medida de restricción del tráfico que supone Madrid Central. Los efectos positivos en la salud se notan, son medibles. Desde que se puso en marcha con peores condiciones climáticas que otros años, no ha habido un solo día de alerta por contaminación en Madrid, y los perversos efectos que se le suponían sobre la vida y el comercio del centro de la ciudad se han demostrado ya falsos. Yo ya no mastico partículas cuando estoy parado en el semáforo de Atocha.

Fue significativa la manifestación de ayer en su defensa, pese al calor horrible.

El nuevo gobierno municipal ya ha demostrado que no tiene cabeza, parece que corazón tampoco. Y visto lo que le importamos las personas creo que la ciudadanía no debería permitir que no se replantease la medida.

A mí este gobierno municipal me importa un pimiento, dicho sea en modo breve, pero a ellos no les puede pasar lo mismo respecto a mí, porque al final soy yo quien vota. Se deben ellos a mí, no al revés.

Por si acaso, yo voy a comenzar rogativas para que llueva y, si puede ser, les pille sin paraguas.



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