Orar en el mundo obrero, 29 domingo TO
El orar en el mundo obrero de esta semana nos recuerda que orar
no es un medio para lograr objetivos. Orar no es perder tiempo frente al
compromiso aplazado. La oración, desde los criterios consumistas de este mundo,
pertenece al ámbito de lo inútil. Su eficacia estriba en que renueva y refuerza
nuestra fe y confianza en el amor del Padre y en la solidaridad incondicional
con los hermanos. La oración nos hace más hijos e hijas y más hermanos y
hermanas, más creyentes y más humanos. La oración nos ayuda a escuchar más
sinceramente a Dios, a limpiar nuestros criterios y a cambiar nuestra
mentalidad, a alejar de nuestra conducta aquello que impide la fraternidad.
Alienta
nuestro vivir diario, y reanima nuestra esperanza, fortalece nuestras ansias de
justicia, alivia nuestro cansancio, ayuda a nuestra debilidad, nos enseña a
vivir. Y, en el fondo, nos hace descubrir lo que Dios necesita de nosotros, y
lo que, por muchos que nos esforcemos, no depende de nosotros y es don gratuito
de Dios, que solo pedimos pedir.
La
oración nos enseña, en definitiva a contemplar a Dios, a contemplar al mundo, a
contemplar al ser humano, y a ser nosotros mismos quienes pensemos como Jesús,
quienes trabajemos con Él, quienes vivamos en Él.
La
oración cristiana es escuela de bondad. A más oración, más bondad. Quiere decir
que la fuerza militante del que reza crece. Es hospital donde se curan las
heridas. Las heridas del luchador son múltiples y profundas: cansancio,
frustración, insolidaridad, quijotismo, apatía, indiferencia... Venid a mí los
cansados.
Es motor para la acción.
¿Tendrá sentido tanta exigencia en un mundo de instalados? ¿De dónde sacaremos
fuerzas? ¿Hay razones para luchar? ¿La evangelización del mundo obrero tiene sentido
hoy? Es óptimo descanso. Nos hace profundizar en las personas y la realidad.
Obtiene avances en la línea del Reino, y es –decía Malagón- la primera
obligación del cristiano.
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