Las banderas no arropan

En el corto trayecto a la parroquia cuento hasta diez personas durmiendo en la calle, entre cartones, colchones viejos y algún plástico para protegerse de la escasa lluvia. En la parroquia, ahora mismo, hay nueve personas acogidas. En casa ha dormido circunstancialmente otra persona la noche anterior.

Son las comunidades cristianas las que están dando respuesta a estas situaciones, aunque se encuentren desbordadas, ante la inacción criminal de las administraciones públicas que tienen la responsabilidad de servir al bien común y garantizar la vida digna de las personas.

De estas cosas no se escucha hablar en campaña electoral a ninguno y, terminadas las campañas, no se ve a los políticos empeñar su tiempo y su servicio en estas cuestiones. Quizá porque estas personas no votan: no tienen hogar, no tienen residencia, algunos son inmigrantes en situación legal irregular. No tienen con qué pagar.Todos son descartables.

Y, mientras tanto, los políticos -por llamarles algo- andan enredados en su fantasioso mundo de patrias y banderas, tan de cuento, tan falso, tan irreal, tan poco humano, Las banderas no dan calor y las patrias no son hogares. Todo lo más son refugio excluyente de ricos -o candidatos a serlo- para escapar de la cruda realidad, y no sentirse convocados a la fraternidad.

Guardad vuestras banderas en la cartera, junto a los billetes, que de ahí es de donde han salido. Que, al menos, no impidan ver el sol.

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