Aprender la gratuidad

Soy consciente de que me resulta complicado disfrutar agradecidamente de lo gratuito en mi vida.

No es fácil descubrir y acoger aquello que se nos ofrece, sin más, o la mera posibilidad de hacer cosas fuera de la lógica de la eficacia y de la rentabilidad. Lo de que no conviene "perder el tiempo" nos lo ha metido esta cultura en la vida hasta el tuétano. Leer por el simple placer de hacerlo, o escuchar música porque te apetece, o dar un paseo sin rumbo y sin destino, o charlar con alguien porque ha surgido la conversación en sintonía, sin otra pretensión...

Necesito aprender a "perder el tiempo", a disfrutar del tiempo sin tiempo, del encuentro -con un libro, una música, una persona, un lugar...- para dejar que lo que no tiene precio, pero es valioso, vaya moldeando mi manera de ser agradecido y generoso. necesito aprender la gratuidad, para aprender a ser agradecido.

Es verdad que el sentimiento de culpa pesa muchas veces en esas ocasiones, y parece que peque al "perder el tiempo de forma miserable" con actividades que no resultan eficaces ni rentables, al menos en el ámbito material.

Pero la gratuidad aporta otras "rentabilidades", otros resultados palpables, otras eficacias que he de ir aprendiendo a reconocer y, sobre todo, que todos necesitamos en la construcción de nuestra propia humanidad: leer por leer, hablar por hablar, cantar por cantar, pasear por el mero placer de hacerlo nos hace capaces de sentirnos agradecidos por tanto don como podemos acoger cuando nos abrimos a la posibilidad de recibirlo.

Hay días que lo pide el cansancio. Otros, simplemente, que te encuentras con el regalo de las horas vacías, y el impulso de (horror vacui) llenarlas a todo trance, en lugar de dejar que fluya por ellas, a su ritmo, la vida que escapa de todo control.

Hoy es una de esas raras tardes en que me encuentro con horas muertas, con tiempos libres, con espacios regalados en que la primera tentación es llenarlos de trabajo, adelantar tareas, y, sin embargo, gracias al Espíritu, finalmente cedo a la invitación gratuita del tiempo sin tiempo, para descubrir de nuevo el horizonte vital en que uno está llamado a desenvolverse.

Menos mal, y gracias. porque justo después de estar enfrascado en estos pensamientos, y abandonarme a la lectura -por el placer de leer- de Thomas Merton, me encuentro con estas reflexiones suyas: la precipitación y la presión de la vida moderna son una forma, quizá la más corriente, de su violencia innata. Dejarse arrastrar por una multitud de intereses en conflicto, rendirse a demasiadas solicitudes, comprometerse con demasiados proyectos, querer ayudar a todo el mundo en todo es sucumbir a la violencia. Más aún, es cooperar con la violencia. El frenesí del activista neutraliza su trabajo por la paz. Destruye su capacidad interior de paz. Destruye la fecundidad de su obra, porque mata la raíz de sabiduría interior que hace fecunda su obra.

Otra vez, gracias.


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