CRÓNICA DE CATACUMBA (12)

Cada día que pasa, el bicho se va acercando. Ayer se sumaban a las noticias amigos y familiares afectados en diverso grado por esta epidemia, así que el día estuvo marcado por ese compartir noticias y deseos de recuperación. Espero que, al mismo tiempo que se va acercando, vaya también deseando largarse.

El día, por otra parte, fue igual de normal que los anteriores. Ora et labora, a ritmo monástico de teletrabajo. La eucaristía que íbamos a celebrar en la parroquia los sacerdotes la suspendimos porque Lucas anda con una tos que no parece preocupante, pero que conviene cuidar, teniendo en cuenta su edad, así que nos convocamos para el domingo próximo. El rezo del padrenuestro y el Ángelus a las doce, atendiendo la convocatoria del papa, marcó el quicio de la mañana. Sin embargo pisé la calle -el pan y la fruta me ayudaron- para hacer unas fugaces compras sin salir de la manzana.

Sigo siendo el único, me parece, que madruga de los vecinos del bloque, si exceptuamos a los pájaros. Las persianas siguen echadas en la mayoría de los pisos, y queda un rato largo aún hasta que se abran ventanas y comience a escucharse el bullicio cotidiano. Hoy será un día igual de normal: tendremos reunión del equipo a las diez, -nos veremos por videoconferencia- pararemos a tomar un café, acordaremos cuestiones, activaremos tareas para responder a los compromisos, comeremos, cada uno en su casa y Dios en la de todos, e intentaremos sacar algún rato de lectura y música y caminata por el pasillo.

Catorce pasos es lo que me permite el pasillo, si los doy cortos. 

Me resulta complicado con las cosas que tengo que hacer poder encontrar esos tiempos largos de lectura, y eso que tengo acopio suficiente. 

Ayer parece que se ajustó el horario de los aplausos algo más. Todo el barrio tenía el reloj adelantado dos minutos, y a las 19:58, empezaban a sonar. Ayer, casi se retrasan un minuto. Duran cada vez más. Parece que no quisiéramos volver a cerrar la ventana y regresar al claustro. A los aplausos se unen saludos agitando el brazo, silbidos, gritos de ¡bravo!... ayer incluso una especie de minibatucada con baqueta y botella en uno de los pisos.

La oración de Laudes de hoy le ha puesto objetivo al día: escuchar la gracia del Señor.
Salmo 142,1-11: Lamentación y súplica ante la angustia
Ant: En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.

Señor, escucha mi oración;
tú, que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú, que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.

El enemigo me persigue a muerte,
empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
Mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.

Recuerdo los tiempos antiguos,
medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca.

Escúchame en seguida, Señor,
que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.

En la mañana hazme escuchar tu gracia,
ya que confío en ti.
Indícame el camino que he de seguir,
pues levanto mi alma a ti.

Líbrame del enemigo, Señor,
que me refugio en ti.
Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.

Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;
por tu clemencia, sácame de la angustia.

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant: En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.

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