CRÓNICA DE CATACUMBA (14)

Al comienzo de la Cuaresma, el Miércoles de Ceniza, escuchamos eso de "polvo eres y en polvo te convertirás". Creo que la experiencia de estos días aconseja un poco de innovación litúrgica y cambiar la fórmula ritual por esta otra: "polvo eres y en polvo te estás convirtiendo".

Cada día un poco más porque si no, no se explica la cantidad de polvo y pelusa que se llega a acumular en la casa. Y eso que la tengo como los chorros del oro, pero cada vez que entro en acción como batallón de limpieza, recojo una significativa cantidad de mí mismo -¡Ay, Señor!- para arrojarla a la basura. Con esto teneis la primera información: esta mañana ha tocado limpieza, cambio de sábanas, poner lavadora -tengo pendiente el planchado de la anterior- y lo propio de un sábado de primavera.

Ayer el día permitió la salida obligada -pan, leche, y alguna otra cosa- que sigue sirviendo para constatar que, al menos por mi calle no se ve a nadie, salvo las pocas personas que te encuentras en el supermercado. Y la mayor parte del día la dediqué al trabajo.

Las noticias de fallecimientos de familiares, amigos, conocidos, gente cercana, y la de enfermedad de otros, se confunden con las de mejoría y curaciones. Ayer murió mi primo Ángel, de un cáncer terminal, fulminante. En poco más de una semana. El dolor por la pérdida se ve acrecentado por las limitaciones de cercanía humana que imponen las circunstancias y que hacen mayor la soledad de estos momentos para la familia.

Pero lo realmente significativo del día fue el momento extraordinario de oración con el papa Francisco. Lo seguí por la página de Vatican Media. Si, por algún motivo, no pudisteis uniros a él, os recomiendo que dediquéis una hora este día a verlo, a orar, con la imagen y la palabra, con la significatividad de un papa anciano que llega solo, caminando bajo la lluvia, a la plaza de san Pedro para orar con y por toda la humanidad, para cargar sobre sí, a la vez, todo el dolor del mundo, y toda la fuerza del amor de Dios. 

Os recomiendo que dediquéis un momento a leer, meditar y orar las palabras de la impactante homilía de ese momento tomando conciencia de esa bendita pertenencia común de unos y otros, esa pertenencia de hermanos. 

Os invito a reflexionar para descubrir que no podemos seguir cada uno por nuestra cuenta, sino solo juntos.

A volver a escuchar al papa cuando dice que la tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. Nos muestra cómo habíamos dejado dormido y abandonado lo que alimenta, sostiene y da fuerza a nuestra vida y a nuestra comunidad. La tempestad pone al descubierto todos los intentos de encajonar y olvidar lo que nutrió el alma de nuestros pueblos; todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, incapaces de apelar a nuestras raíces y evocar la memoria de nuestros ancianos, privándonos así de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad. 

Os invito este día a acercarnos orantes a la Cruz del Señor, en la de tantas hermanas y hermanos que sufren ahora, y que ya sufrían antes de esta crisis, para descubrir como propone el papa que abrazar su Cruz es animarse a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar. Es animarse a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad.

Y para poder experimentar así que en su Cruz hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo y da esperanza, animándonos a motivar espacios donde todos puedan sentirse convocados y permitir nuevas formas de hospitalidad, de fraternidad y de solidaridad; a abrazar todas las contrariedades del tiempo presente, abandonando por un instante nuestro afán de omnipotencia y posesión para darle espacio a la creatividad que sólo el Espíritu es capaz de suscitar.

Feliz sábado. Luminoso y soleado sábado.







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