CRÓNICA DE CATACUMBA (9)

Hoy será un día distinto. No en lo material, que se parecerá mucho a los anteriores. El rezo, las abluciones, el desayuno, adecentar el cuarto, bajar la basura y aprovechar para ir a comprar el pan en esta mañana lluviosa, no se diferencia mucho de los días anteriores.

Pero hoy la comisión permanente de la HOAC teníamos programado el retiro de cuaresma, y lo vamos a hacer. Nos juntaremos para reflexionar y orar en estos tiempos de desaliento. No os alarméis que no vamos a saltarnos el confinamiento. Lo haremos compartiendo la meditación por videoconferencia, y dejando el resto del día para la oración personal hasta que volvamos a encontrarnos por la tarde para la oración común.
Necesariamente hay que ser creativos para que lo esencial de nuestra vida se siga realizando.

¡Qué rápidamente se ha cuajado de hojas verdes el árbol del jardín interior de mi bloque! El que se ve desde mi ventana. Hace una semana era un escuálido perchero de ramas vacías. Hoy su verde cubre el fondo del jardín, en una invitación a la esperanza.
La misma invitación que proclama el profeta Isaías en la primera lectura de la Misa de hoy.
Is 65,17-21: El Señor creará un cielo nuevo y una tierra nueva. Transformará a Jerusalén en alegría y no se oirán en ella gemidos ni llantos.
Así dice el Señor: «Mirad: yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva: de lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá pensamiento, sino que habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear. Mirad: voy a transformar a Jerusalén en alegría, y a su pueblo en gozo; me alegraré de Jerusalén y me gozaré de mi pueblo, y ya no se oirán en ella gemidos ni llantos; ya no habrá allí niños malogrados ni adultos que no colmen sus años, pues será joven el que muera a los cien años, y el que no los alcance se tendrá por maldito. Construirán casas y las habitarán»
No queremos volver a lo de antes. No se trata de recuperar las cosas como fueron. Quizá ese ser como eran ha provocado esta situación que vivimos. Por eso, mucho mejor caminar hacia ese cielo nuevo y esa tierra nueva, que nos llene de alegría por lo que se adivina que llega. Quizá la conversión de esta Cuaresma pueda ser nuestro compromiso -de todos- a que surja ese cielo nuevo y esa tierra nueva, que ponga a la persona en el centro, que organice la economía, la política, las instituciones al servicio de la dignidad de la persona y del bien común, desde las necesidades de los más empobrecidos. Quizá nuestra conversión nos lleve a modos de vida más biofraternales, respetuosos con el medio ambiente y la naturaleza; a renunciar a nuestros egoísmos explotadores, extractivos, que exprimen la vida.

Quizá seamos capaces de construir una sociedad inclusiva -que no deje a nadie al margen, descartado- y que se signifique por el cuidado de lo verdaderamente humano, y por el cuidado humano de unos por otros.

Ese es el proyecto de Dios, que pone nuestras manos. Nuestra cuaresma es tiempo de acogerlo.

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