CRÓNICA DE CATACUMBA (31)

Superado el primer mes de confinamiento empieza a notarse la secuela de la inactividad física habitual, y algunos días el cuello y la espalda reclaman, sobre todo, menos silla y más paseo. Habrá que ingeniárselas, porque el pasillo da para lo que da, y no se puede estirar.

El evangelio de hoy  (Jn 20, 11-18) sigue hablando de encuentros de resurrección. Y nos dice entre otras cosas que no resucitamos vitalmente de forma automática. Por muy enamorados que estemos de la Vida. María sigue anclada, atrapada en el pasado, y le cuesta reconocer al resucitado y abrirse a la novedad. Y nos dice, también, que el Señor abre para nosotros la posibilidad de futuro y de vida nueva porque sigue pronunciando nuestro nombre, y nos hace capaces de superar el llanto y de mirar de manera nueva. Hoy puede ser un día para escuchar pascualmente nuestro nombre pronunciado por Dios.

Necesitamos esa mirada, necesitamos escuchar la voz de Dios que pronuncia amorosamente cada mañana nuestro nombre. Necesitamos dejar que el Señor nos despierte cada mañana hasta que aprendamos a amanecer en él. necesitamos abrirnos cada día a la novedad del evangelio que puede crecer en nuestra existencia.

Quizá se trata de ver dónde andamos, qué caminos vitales transitamos, porque hay lugares que permiten distinguir con más claridad la presencia del resucitado que otros. Hay lugares que silencian esa presencia, la oscurecen y dificultan porque siguen manteniendo criterios pasados, no por antiguos, por temporales, sino porque siguen poniendo nuestro corazón en las cosas antes que en las personas.

Esa creatividad hemos de transformarla en escucha de los empobrecidos. La resurrección no es un juego de magia que automáticamente cambia papelillos en flores. Es también un proceso de apertura a la novedad del amor en nuestra vida, y por eso es un comienzo; el comienzo de una manera nueva de hacer las cosas, de sentir, de pensar, de trabajar, de vivir.

Escuchando a algunos políticos cuesta creer que estemos en Pascua. Los mismos discursos, los mismos argumentos ombligueros de siempre siguen resonando... Alguno no sería capaz de anteponer el bien común a sus intereses partidistas aunque viviera mil setecientas catorce mañanas de pascua seguidas. Otros simplemente huyen de las puertas del sepulcro, porque así evitan que se les aparezca el resucitado. ¡Donde mejor que arropado por mi mentira prêt à porter!

Menos mal que su "libertad de expresión" tiene un reverso conveniente y necesario, que es mi libertad de negar todo valor a lo que dicen.

Ayer también eché de menos -la verdad es que tampoco lo esperaba demasiado- que el presidente del gobierno hubiera felicitado la pascua a los cristianos, como hizo con el ramadán a los musulmanes, pero esa simple incapacidad de reconocer la importancia del hecho religioso, o la aportación que las comunidades religiosas, entre ellas la católica, están haciendo en esta situación -algo que es innegable- solo demuestra que se sigue anclado en el pasado, y que se es incapaz de abrirse a la novedad que llama a la puerta. 

La situación que viviremos, en el futuro inmediato, va a ser radicalmente distinta de lo que conocimos. Y no lo digo porque hayamos entrado en un paraíso de abrazos, de solidaridad, de humanidad -basta ver los mensajes de vecinos a algunos sanitarios, pidiéndoles que se vayan de sus casas, como apestados, porque podrían infectarlos- sino porque tendremos que gestionar de manera inevitable el persistente egoísmo, la manera individualista de afrontar la vida que seguimos cultivando a escondidas, los muros que empezamos a levantar en medio de esta sinfonía dulzona de abrazos virtuales. A la fuerza ahorcan, pero a la fuerza no se resucita.


Comentarios

  1. Hay que reconocer que la Iglesia como tal poco se está viendo en esta crisis. Lo único que todo el mundo ha visto es la salida de un obispo, que siempre tiene que dar la nota y no para bien precisamente...

    https://www.elplural.com/politica/espana/policia-disuelve-misa-catedral-granada-oficiada-arzobispo_237525102

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