CRÓNICA DE CATACUMBA (34)

Seguimos instalados en este invierno a plazos, en esta primavera perezosa, que entristece el horizonte y hace echar en falta las mesas camillas de mi tierra. Esas que en este Madrid cosmopolita no se estilan. No deja de ser, en cierto modo, un alivio, porque hace desear el calor del hogar, y agradecerlo, quienes podemos. 

Otros no pueden. Sigue habiendo gente que duerme en la calle cada noche. Sigue la escasez de recursos de las administraciones para dar respuesta a estas situaciones. Sigue habiendo un cierto envoltorio de hipocresía en las actuaciones políticas. Junto a la noticia continua de esta escasez de recursos sociales, mi actual alcalde se presenta en una parroquia a colaborar con Cáritas como voluntario, que está muy bien, no digo yo que no. Pero eso no le quita la obligación de responder desde su responsabilidad institucional. 

Su función no es ir de voluntario a una parroquia, sino procurar que todos los recursos de la administración, de la institución de la que es el máximo responsable, estén al servicio de los más necesitados de su ciudad en este momento. Esto es inexcusable, y no se puede obviar ni sustituir por actuaciones a titulo personal, por buenas que sean. Confundir una cosa y otra no es bueno para la sociedad, ni siquiera es bueno para los más necesitados.

Como no lo es subvenir a las necesidades que la situación requiere a base de "donaciones" empresariales o particulares, por buenas que sean, como si esto fuera una maratón de telecaridad, cuando hay una responsabilidad de las instituciones en procurar los recursos necesarios. Las instituciones son las instituciones, y han de responder ejerciendo su papel, y no otro. Una cosa son las ONG y otra distinta las administraciones públicas, y confundirlas es engañarse y engañar, y hacer dejación de la propia responsabilidad. 

Otra confusa mezcla que se va amasando estos días es la del debate seguridad-libertad, a raíz de la torpe, nefasta y capciosa pregunta que figuraba en el barómetro del CIS publicado recientemente. Las alarmas se encienden con la pregunta como si eso bastara para una imposición totalitaria del gobierno. Habrá que recordar que el desconocimiento de las leyes no excusa de su cumplimiento.

Y yo creo que las alarmas han de encenderse con las respuestas, no con la pregunta, por estúpida que sea. Si un porcentaje bastante alto de las respuestas -en votantes de partidos de todo el arco político- está a favor de un totalitarismo informativo, de una apropiación de la información, de los hechos, de la verdad, por parte del Estado, tenemos un serio problema de salud democrática en este país.
Estamos dispuestos a renunciar a una libertad necesaria a cambio de un control inicuo. Confundir la verdad con lo oficial -renunciando al contraste crítico de los hechos- es otro síntoma de estupidez humana.

Es verdad que las redes son un basurero, que muestran una absoluta falta de criterio, de discernimiento. Que son maleza tras la que esconderse cobardemente, para instalarse en la mentira, en un porcentaje nada desdeñable de individuos. Pero hay mecanismos -los ha habido siempre- para procurar la verdad, que no pasan por renunciar a la libertad de decir lo que se piensa. El requisito es este: pensar lo que se dice, antes de decirlo. Y ser capaces de discriminar la boutade de la opinión, y la opinión de los hechos.

En este mundo de la postverdad hemos renunciado a los hechos. Hemos renunciado a la memoria, y ahora queremos sellar esa renuncia con el precio de la libertad: que piensen por nosotros. Que nos digan lo que hemos de pensar, aunque sea a costa de la verdad. Conmigo que no cuenten.

Ya me he desahogado.

Lo decía Edith Stein: Dios es la verdad, y quien busca la verdad busca a Dios. Habrá que seguir bregando en esta búsqueda de la verdad fiados en Dios (Jn 21, 1-14) aunque tantas veces parezca de noche y volvamos a casa con las manos vacías.


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