CRÓNICA DE CATACUMBA (37)

Buenos días. Otro lunes, otro día más con el horizonte limitado del patio interior y los árboles del jardín. Al fondo el ladrillo de los pisos que cierran este espacio. Los días se van acumulando y pesan en muchos de los conocidos. No pesa tanto el confinamiento, el encierro, porque hay tareas y quehaceres que ocupan el tiempo, cuanto pesa la distancia, el aislamiento humano, la imposibilidad de tocarnos, abrazarnos, mirarnos a los ojos, escuchar en vivo las voces amadas, compartir caminos y horizontes. No estamos hechos para la soledad, sino para la comunión vital, humana, carnal.

Tenemos que aprender por tanto a vivir el hoy que nos toca desde esas claves. No se trata solo de esperar a que todo pase para retomar la vida. La vida es ahora y es hoy, en esta situación concreta. Y nuestra voación a la comunión tendrá que encontrar caminos nuevos por los que desplegarse. 

Nos cuesta dejar a un lado lecciones aprendidas tantos años, y encontrar nuevas maneras. Nos cuesta, como a Nicodemo (Jn 3, 1-8), salir de lo conocido, y arriesgarnos a nacer de nuevo. Y, sin embargo, cada vez parece más claro, dentro de la incertidumbre, que nada volverá a ser igual exactamente a como era antes. Ver el reino de Dios solo es posible si estamos dispuestos a dejarnos guiar por el Espíritu del Resucitado. Dejarnos guiar en el discernimiento de lo que vamos viviendo, no desde lo aprendido, sino de lo nuevo que vivimos, desde la novedad del Reino. Pero conscientes de que nuestro hoy es este, es ahora. No estamos confinados a la espera de que podamos vivir dentro de unas semanas o unos meses, a la espera de poder retomar la vida interrumpida; nuestra vida es ahora, es esta, es hoy. Nuestro presente es el que nos toca vivir. Es ahora cuando tenemos que renacer. 

Renacer en nuestra vida personal, renacer en las claves de nuestras relaciones humanas, renacer en la política y en la economía necesarias, renacer en nuestra relación con los otros, con los empobrecidos, y con la creación; renacer en las prioridades vitales.

Viene bien citar a Thomas Merton (Conjeturas...), al que ando leyendo estos días, y que ayer me dejaba un pensamiento como este: En una época de cambios drásticos, uno puede preocuparse demasiado por lo que se acaba o bien obsesionarse demasiado con lo que parece empezar. En ambos casos se pierde contacto con el presente y con sus posibilidades, oscuras pero dinámicas... No se necesita saber exactamente qué pasa, ni adonde va todo. Lo que se necesita es reconocer las posibilidades y los desafíos que ofrece el momento presente, y abrazarlos con valentía, fe, y esperanza. En tal caso la valentía es la forma auténtica tomada por el amor.

¡Qué apropiado a estos días! Y qué necesario reconocer esas posibilidades y desafíos que encierra el hoy. Eso debe ser el renacer de nuevo que jesús le pide a Nicodemo. Que seamos capaces de la valentía (del amor) necesaria para reconocer lo que encierra este momento presente. Y que al reconocerlo, le pongamos cara, no le demos la espalda.

Comentarios

Entradas populares de este blog

No tengo fuerzas para rendirme

Feliz año nuevo, en pijama