CRÓNICA DE CATACUMBA (41)

Como dice alguien por las redes, el primer día de la segunda cuarentena. ¡Nunca lo hubiéramos imaginado! Como tampoco hubiéramos imaginado volver a situaciones de empobrecimiento de hace trece años que muchos creíamos que podíamos dar por superadas, aunque fuera porque se habían transformado en una precariedad permanente.

Dicen que dos noticias suelen entenderse mejor juntas, porque una desvela la sinrazón y la falsedad de la otra. También la Palabra de Dios suele entenderse mejor cuando la escuchamos con un oído en las situaciones vitales del pueblo, como dice el papa Francisco en Evangelii Gaudium

Esta mañana la noticia que me detiene un tiempo en la oración es ésta: Las colas del hambre y la pobreza inician su escalada en Madrid. La crisis anterior la viví a pie de Cáritas en la parroquia, y pude comprobar la desesperación de muchas familias en situaciones como las que narra la noticia, y la desesperación de muchas de las personas de la parroquia comprometidas en Cáritas, cuando teníamos que estrujarnos la cabeza para ver cómo poder dar respuesta a todas las necesidades sin dejar a nadie atrás. Creíamos que no volveríamos a vivir esa situación, y aquí está de nuevo.

Me imagino que una situación así se encontró Jesús en aquella muchedumbre que le seguía y que pone ante nosotros el evangelio de hoy (Jn 6, 1-15). La respuesta de nuestra sociedad -como la de los discípulos, que comparten esa mentalidad- es ese "despídelos, que vayan y se compren..." Y para eso hemos creado un sistema que no funciona, que no da respuesta, que descarta y abandona, Un sistema que se sigue manteniendo con políticas muy concretas que se han visto desmoronadas de la noche a la mañana, gracias a Dios, aunque haya quien sigue abogando por ellas de manera inmisericorde.

La respuesta de Jesús es bien distinta: acoge a todos (que se sienten), ora, y empieza a recorrer el camino de la mutua implicación que supone compartir lo poco, lo sencillo, lo nuestro, para multiplicar la solidaridad y la posibilidad de vida digna.

Esta situación de pobreza que empieza su escalada requiere políticas que pongan en el centro a la persona desde su dignidad, no hay otro camino; pero también requiere actitudes y maneras personales y comunitarias de vivir que nos hagan capaces de compartir sencillamente nuestra acogida, nuestro poco, para multiplicar la humanidad, para que otros puedan vivir.

El milagro que narra el Evangelio no es el de una multiplicación mágica de los recursos, sino el de que aquella gente descubriera que hay otra forma de vivir, humana y solidaria, que no deja a nadie atrás, que también resulta abundante, cuando compartimos haciendo posible y real la fraternidad. Un milagro que puede repetirse hoy. Que tantas personas empiezan a necesitar con urgencia que repitamos hoy.


Comentarios

Entradas populares de este blog

No tengo fuerzas para rendirme

Feliz año nuevo, en pijama