CRÓNICA DE CATACUMBA (42)

Buenos días por la mañana de sábado. Como buen sábado, ha habido que realizar faenas domésticas antes de que se queden amontonadas. 
Hoy solo podré salir para comprar el pan. Salida corta y rápida. No hay manera de alargarla. Y eso que el día despejado y soleado invita a disfrutar del aire, del silencio, de los pájaros, y del sol, pero habrá que hacerlo desde la ventana o entre cristales.

La recomendación del evangelio de hoy (Marcos 16, 15-20), fiesta de san Marcos, hay que reinterpretarla, desde luego, como tantas cosas que estos días hemos de descubrir cómo podemos seguir realizando y viviendo.

Pone el evangelio en boca de Jesús el mandato evangelizador a sus discípulos de ir al mundo entero y proclamar el evangelio. Lo de ir al mundo entero y lo de la Iglesia en salida quizá lo habíamos entendido hasta ahora en un sentido casi literal. Había que ir a misiones, a todos los rincones, y -en la clave de periferias del papa Francisco- a todos los lugares humanos donde Cristo está, pero necesita que sea desvelado para quienes habitan los márgenes.

Hoy no es una cuestión geográfica, viajera, impedida por no sabemos cuanto tiempo más y que, por eso mismo, tengamos que poner también en cuarentena a la espera de tiempos mejores. Desde casa, posiblemente poco a poco, desde nuestros confines limitados de trabajo y vida, quizá por medios telemáticos o habitando redes sin dejar que nos atrapen... habitaremos otros confines menos amplios físicamente, pero abiertos a la universalidad de la que habla el evangelio. Porque hay otra parte del mandato de Jesús que sigue teniendo vigencia, como lo tuvo en tiempo de catacumbas y siempre, en esta y en cualquier circunstancia vital: anunciad el Evangelio a toda la creación.

La razón es que la alegría honda del Evangelio necesita comunicarse, y genera una vida nueva; no solo distinta o novedosa, sino nueva, desde su raíz que es la resurrección que se nos convierte en compromiso, en tarea. En nuestro idioma hay una expresión "acción de gracias", que nos pone en esa clave de la acción, de la tarea. Nuestra gratitud, nuestro agradecimiento se transforma siempre -ha de hacerlo- en compromiso. Es nuestra manera de vivir agradecidos: convertir en tarea de vida nuestra existencia.

También en estos tiempos hay mundo al que salir, creación que renovar, lazos que anudar y tejer en la trama de la existencia, y anuncio que realizar de esa otra manera posible y deseable de vivir que construya el hombre y la mujer nuevos, y la nueva creación. 

Dice el papa Francisco que un cristiano sabe dar. Habrá que seguir ingeniandoselas para que la novedad del Evangelio vaya llenando la vida confinada, para hacerla nueva y resucitada.

Hay una certeza confiada: el Señor coopera con nosotros en esa tarea. O, mejor aún: es la tarea de Dios, en la que nosotros cooperamos con gratitud. Que sepamos descubrir hoy esos signos del evangelio.


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