CRÓNICA DE CATACUMBA (44)

El sol joven y fuerte, que cantaba Lole, ha cedido poco a poco el paso a las nubes tímidas que reclaman aún su espacio, negándose a abandonarlo sin lucha. Uno y otras andan esta mañana a la greña. Como el personal.

Es curioso comprobar cómo ante cualquier cuestión, saltan como fieras quienes viven agazapados esperando poder morder el cuello del adversario. Ayer fue a cuenta de la permitida salida de los niños y de la comprobada irresponsabilidad de algunos progenitores, que no creo que fueran la mayoría, pero eso da igual; los lobos aprovecharon para salir en manada -siempre se esconden cobarde y astutamente en manada- y atacar a todo bicho viviente.

Este es un país de idiotas. De todo tipo y condición. Es un país de pequeños dictadores frustrados. Como decía mi sobrina cuando era pequeña, es un país de "liendres, que de nada saben y de todo entienden". Es un país, donde nos resulta difícil escuchar al otro porque muchas veces somos incapaces de escucharnos con sonrojo a nosotros mismos. Y por eso es un país de irresponsables convencidos de su autosuficiencia frente a todos y todo. Es marca de la casa. Siempre queda luego la posibilidad de echar la culpa a los demás. 

En el evangelio de hoy (Jn 6, 22-29) las primeras palabras de Jesús son para echar en cara al personal que sigue buscando sus propios intereses, por mucho que los disfrace de seguimiento; que siguen buscándose a sí mismos a pesar de las apariencias de seguimiento con que pretenden envolver sus motivos.

También en esta crisis hay gestos, actitudes, y lágrimas que siguen siendo envoltorio de la propia búsqueda del amor propio. Hay gestos, actitudes y lágrimas que son pura pose, cascarilla que, a nada que rasquemos, caerá con un soplo. Quizá porque no se ha formulado con sincera autenticidad la pregunta que el evangelio nos traslada hoy: ¿qué obra tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?... Trabajar en lo que Dios quiere... Y entonces debería surgir otra pregunta: ¿qué quiere Dios?
Respondernos a esta es lo que permitirá la respuesta vital y sincera a la anterior. Pero esta la obviamos muchas veces, por si acaso nos compromete. 

Creer en Jesús es seguirle, es hacer de nuestra vida su vida, vivir su vida en la nuestra, no al revés. Somos nosotros quienes tenemos que ir adecuando nuestra manera de ser, de vivir, de pensar, de sentir, de trabajar, de servir, para ir acogiendo algo de él en nuestra existencia; algo que solo podemos hacer acogiendo al otro en su dolor para que pueda volver a la vida.

Seguiremos esperando que el Señor no se canse de nosotros, y que este día pueda ser una nueva oportunidad para descubrir y para realizar esa voluntad de vida del Padre amoroso para con todos, para trabajar en lo que Dios quiere.

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