CRÓNICA DE CATACUMBA (47)

La primera lectura de la misa de hoy (Hch 8, 26-40) tiene mucho que ver con esa desescalada ansiada. Desescalar es una palabra que no está en el diccionario. Gramaticalmente sería mejor hablar de descender. Pero si interpretamos desde la palabra primigenia -escalar- uno de los sentidos que según el DRAE tiene la palabra escalar es: Subir, no siempre por buenas artes, a elevadas dignidades. Así que descender -o desescalar- sería realizar el camino inverso: renunciar a esas elevadas dignidades, dejando a un lado esas malas artes, no para subir, sino para ocupar el lugar que nos da la medida clara de nuestro ser y misión.

Podríamos enzarzarnos en cuantas escaladas de todo tipo y cuantos escaladores hay en nuestro mundo. Pero hoy no me interesa eso.

Me interesa más, porque es lo que trae el texto del libro de los Hechos a la vida concreta, el descenso, el abajamiento cercano de Felipe, el acompañamiento que como Iglesia estamos llamados a realizar en nuestro mundo, entre la gente.

Como Felipe, estar dispuestos a escuchar la voz del Espíritu, que es la que nos pone en camino y nos lleva sin tener necesariamente todos los datos, todas las respuestas a las preguntas humanas que tantas veces nos hacemos; solo nos dice dónde hemos de estar, a dónde hemos de dirigirnos, para caminar junto a quienes transitan por el mismo camino.

Dispuestos a -empujados por el Espíritu- acercarnos, a pegarnos a la vida de la gente, a sus preocupaciones y necesidades, a sus situaciones concretas, por mucho que no sean las nuestras.

Dispuestos a caminar con ellos y, en ese camino, desvelar la presencia del Señor, propiciar el encuentro de las personas con el Resucitado, y su deseo de seguirle.

Y capaces de quedar en un segundo plano, de retirarnos, sin protagonismos vanos, cuando sea necesario para que las personas puedan crecer por sí mismas con el empuje del Espíritu como hemos podido hacer otros tantos. Es el Espíritu el verdadero animador de nuestra fe.

Lo nuestro no es, no debería ser, ninguna elevada dignidad a la que escalar, sino polvorientos caminos vitales por los que transcurre cada día la vida de las personas. Ahí nos sigue empujando el Espíritu con sus buenas artes, ahí tendríamos que seguir dejándonos llevar. Ahí sigue necesitando del Evangelio tanta gente.

Así que podemos ir preparando el descenso.

Comentarios

  1. En estos momentos ya son muchísimas las personas que han bajado a los infiernos de la precariedad. Es momento de pensar menos en salir a la calle y más en salir de nosotros mismos.

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    1. Si queremos ayudar a los compañeros que han bajado a los infiernos de la precariedad tendremos que salir a la calle e implicarnos en esa ayuda y acompañamiento ;desde Caritas , desde los Sindicatos , desde la AAVV (asociaciones de vecinos ) desde los proyectos de inserción .Hay familias que no tiene ni una estufa para calentarse y duchar a los niños , ni para llamar a un fontanero que les arregle alguna cosa que no funciona ..... Para detectar esto dia a dia has de estar en la Calle

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