Orar en el mundo obrero - Domingo de Pascua

Solo se llega a la resurrección pasando por la muerte y la Cruz. Nos guste o no, no tenemos otro camino que el mismo que siguió Jesús. Vamos tras sus huellas. En el seguimiento vamos vislumbrando transfiguraciones. En la experiencia de estos días hemos podido vislumbrarlas: en el reconocimiento de la necesidad de parar el ritmo de vida depredador que llevábamos, en el redescubrimiento de lo esencial en nuestra humanidad, en la valoración del encuentro cercano, cálido, humano, añorado, con los otros; en tantos gestos de cuidados, de servicio desinteresado, de sacrificio, de entrega, incluso de la propia vida, para que otros puedan vivir. En la recuperación del silencio, de la oración, del tiempo más humano, del canto de los pájaros, del aire más limpio… En la misma experiencia de tener que abandonar planes y proyectos propios y poder descubrir que muchos seguían sin ser planes de Dios. En el descubrimiento más claro de la necesidad de ir construyendo otra cultura, otra manera de pensar, otra economía, otra política. En tantos acontecimientos vividos… 

Podemos agradecer a Dios que estemos más capacitados hoy para comprender y vivir la experiencia de la Resurrección, y para que nuestra vida pueda ser la vida de los resucitados. No desperdiciemos el regalo.

Celebrar la Resurrección es celebrar la Vida. La mejor manera es hacer de la nuestra un compromiso de amor por la existencia humana, digna y feliz, como Dios quiere, de todos y todas, especialmente de quienes más sufren la inhumanidad de esta sociedad. Hacer de nuestra vida un compromiso de amor para que la vida sea digna de verdad. Para que el trabajo sea decente. Nuestro tiempo de Pascua estará jalonado de las consecuencias de esta crisis: paro, precariedad, derechos que habrá que seguir peleando… Salgamos al camino para proclamar con nuestra vida la Buena Noticia de la Resurrección. Ahí nos seguiremos encontrando con el resucitado, y podremos señalar su presencia vivificadora a nuestras hermanas y hermanos.

Sintamos en este tiempo, el tierno abrazo cariñoso del Señor Resucitado que nos dirá: soy Yo. No tengáis miedo. El orar en el mundo obrero nos pone en esa clave.

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