CRÓNICA DE CATACUMBA (55)

Pese a contar con el tutorial que me había enviado en video una amiga, se me fastidió ayer el taller de limpieza de boquerones, ya que en el mercado me los limpió el mismo pescadero cuando fui a hacer la compra. Habrá que reconsiderar la manera de hacer las prácticas. 

Ya he decidido que mi paseo cotidiano se unirá a las compras, y aprovecho así el fresco de la mañana, mucho más apetecible que el calor que empieza a pesar en la tarde. Eso permite contemplar una dimensión más concreta de la desescalada, porque teóricamente a esa hora nos cruzamos paseantes de regreso, consumidores, los primeros abuelos en salida, y quienes tienen que desplazarse por trabajo. No hay exceso de aforo. Ni siquiera lo había en el mercado.

Hoy me pondré de nuevo en camino para alguna compra olvidada, y para serenar el espíritu al ritmo del paso cadencioso que se deja acariciar por la brisa. Los pájaros ya lo han hecho. Suelen anticiparse.

Observo, en general, mayor responsabilidad y sentido común en el personal que en quienes gobiernan esta comunidad autónoma. El espectáculo que están dando estos últimos días es francamente lamentable, e induce al miedo el pensar en manos de quienes estamos. Después de 55 días de confinamiento, y pese a cuánto echo de menos la movilidad sin límite y el encuentro humano, casi espero que no dejen a esta comunidad pasar aún a la siguiente fase. Sigue habiendo una lucha de contrarios -de criterios e intereses particulares- en los que una opción se parece mucho a la justificación de la condena de Jesús: conviene que muera un hombre por el pueblo. Y aquí parece que convienen algunos muertos más a los que llorar en vez de orientar las decisiones en favor de la vida de las personas. Habrá quien, legítimamente, argumente como ellos desde otras posiciones, pero yo no las veo nada claro.

Menos mal que el evangelio de hoy  (Jn 14, 1-6) llama a otra confianza. Jesús nos muestra las claves de Dios que son otras: son las del buen pastor, las de quien antepone, antes que nada, la vida de cada uno de nosotros, y por eso puede echar fuera el miedo, que es justo lo contrario del amor. La confianza en el padre que pensando en cada uno dispone la posible acogida de todos en el hogar. El amor de Dios orienta nuestros pasos con confianza en el seguimiento de Jesús, camino y caminante, que nos acompaña. Ser cristiano, dice el comentario que medito esta mañana, es hacer el camino de Jesús, y hacerlo con él.

En esa compañía de la que podemos ser conscientes encontramos el camino para trabajar también nosotros, en lo concreto, en la dirección de hacer posible la vida digna y plena. No tenemos otro camino posible de encuentro con él que el que pasa, tras sus huellas, por la vida de los demás, a quienes acompañamos, con quienes caminamos, de la misma manera que lo hace Dios con cada uno de nosotros. Nuestro camino, nuestra verdad, y nuestra vida.


Comentarios

  1. Pues sí, muy lamentable. Hay mayor interés en deshacer al contrincante político que en proteger a las personas. Decía Santa Teresa: "Sólo Dios basta". Sólo la confianza en quien dice: “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.”

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