CRÓNICA DE CATACUMBA (59)

Mi espalda haciendo coalición con el cuello pretende saltarse el confinamiento pese a los momentos de paseo con que ha sido recompensada su lealtad en todos estos días, y ayer hubo que recurrir a medidas farmacológicas para acallar sus protestas. Tantos días de casa, silla -no de las mejores- y ordenador, pese a los paseos, le parecen demasiado y ha decidido protestar seriamente.

Así que no ando muy católico. Bueno, ando lo justo y me levanto a pulso. Quizá ha influido también este alborotado tiempo primaveral, pues los huesos se vuelven barométricos con la edad y la artrosis. O, quizá, solo es la válvula de escape de la hartura.

Esta mañana se respira -en medio de la bruma, las nubes, y el silencio- algo de esa paz que Jesús nos da (Jn 14, 27-31), de ese encuentro con él, que no evita los conflictos ni las incertidumbres, pero que nos ayuda a afrontarlos de otro modo distinto a como lo hace el mundo. Es necesario que el mundo comprenda, dice Jesús en el evangelio; que comprenda el amor, como fuente y estilo de vida. Porque solo la vida vivida en ese amor es capaz de traernos la paz que se hermana en la misericordia con la justicia.

Deberíamos comprender en medio de la situación que vivimos, esa manera de ser y estar de Jesús, como la propia, como la clave desde la que organizar también nuestro mundo. Solo caminando por la vida así podremos acoger también su otra llamada a la confianza: que no se turbe vuestro corazón ni se acobarde.


Comentarios

  1. "Así que no ando muy católico", ¿has perdido la fe, Fernando? Comprendo que son muchos los inconvenientes de estar confinados, pero no es para tanto. ¡Ánimo!

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