CRÓNICA DE CATACUMBA (63)

Quien diga que san Isidro no es un santo milagroso, no sabe lo que es desear despertarte con churros para desayunar, estar echándolos de menos, y al llegar a la parroquia descubrir que la churrería vecina ha abierto sus puertas por primer día en este largo confinamiento. Yo creo que hasta la espalda mejoró de golpe. ¡Qué buenos estaban! Hay placeres pequeños que se hacen enormes cuando los puedes disfrutar, y más aún si los disfrutas en compañía de aquellos con quienes estoy compartiendo este tiempo de oración, celebración, incertidumbre y esperanza.

Junto a los churros, la panadería de enfrente nos proveyó de café -para llevar- que terminó de completar la paleta de sabores añorados del día. Y en ese ambiente fuimos diseñando el regreso a las celebraciones con pueblo que, finalmente, podremos retomar a partir del lunes. Porque ya no estaremos en la fase 0 aunque no hemos alcanzado la fase 1. Mis segundas alubias con sacramentos han mejorado considerablemente, y hoy luce tímidamente el sol.

Me enerva sobremanera la continua dialéctica de la mentira en que se instala la presidenta de la Comunidad de Madrid para decir que se cumplen todos los requisitos para avanzar de fase -que es lo que todos desearíamos- cuando no hay que rascar mucho para descubrir que desde que esto empezó hay diariamente en torno a setenta centros de salud cerrados. También ayer. Es decir que la asistencia primaria no está normalizada nuevamente. No hay que rascar mucho para descubrir que no se han formalizado los contratos de personal sanitario que deben apuntalar el refuerzo asistencial de la desescalada en la atención primaria, o que hasta antes de ayer no empezaron a llegar -y no a todos los centros de salud- los tests que permitan avanzar en diagnósticos más precoces, o que se sigue en ratios de ocupación de UCI por encima de lo recomendable, etc, etc, etc. Al final resulta que los criterios siguen siendo técnicos y esta Comunidad no los cumple con holgura. Y ella, simplemente, miente, con un descaro que sonroja, convirtiendo todo esto en un circo político para el que ni es momento ni es lugar.

La tentación de entrar en ese juego es constante, así que voy optando pacientemente por expulsar del muro y del círculo de relaciones a quien se instala pertinazmente en la mentira que fácilmente se desmonta con los hechos y los datos. Porque eso no es cuestión de opinión o de ideología sino de negar la verdad instalándose en una cultura. De hecho mantengo a quienes piensan de otra manera, pero no lo hacen desde la mentira. Esa es una línea roja de la que en otros momentos he avisado. Porque significa instalarse en esa cultura que no soporta la verdad. Es la cultura de la que habla el evangelio de hoy (Jn 15, 18-21) esa frente a la que hay que resistir porque los valores del evangelio van en dirección contraria a ella. frente a las ilusiones narcisistas a la propia medida, nuestra esperanza es mayor que nosotros mismos.

Y no sólo resistir -tener lucidez para no dejarnos atrapar por ella-, sino ser capaces de generar otra cultura. Hemos de convertir los valores del evangelio en cultura; en modo de ser, de estar, de existir, generando experiencias alternativas a esta cultura, a esta economía, a esta política, que den a luz otras relaciones humanas, sociales, económicas y políticas; otras instituciones al servicio del bien común de todo ser humano, en la integridad de su humanidad.





Comentarios

Entradas populares de este blog

No tengo fuerzas para rendirme

Feliz año nuevo, en pijama