CRÓNICA DE CATACUMBA (68)

Cuando crees que el circo político te ha enseñado todos los saltos mortales y acrobacias posibles, resulta que en el Congreso de los Diputados se encargan de elevar el tono de la sorpresa, incluso con nocturnidad. Triste espectáculo el de cada sesión. Aquí lo del bien común no lo han estudiado todos, ni en la pública ni en la privada de élite. 

Y si sales a airearte fuera de las paredes del Congreso, lo de la postverdad, la mentira, el relato alternativo, etc. etc. ya borda los límites de la ensoñación. Sobre todo en esta escuela de teatro y artes escénicas que es la política en la Comunidad de Madrid.

Esto me reafirma en que necesitamos -como pedía el papa Francisco- políticos que sirvan al bien común, capaces de dolerse con el dolor de la gente, y no de funcionar por intereses partidarios y estrechas miras estratégicas. Estos ni sirven ni nos sirven. Tendremos que seguir pidiendo con fuerza al Señor los políticos que de verdad necesitamos, capaces de construir la cultura del encuentro que antepone las necesidades de las personas a otros intereses; capaces de entender la política como un servicio de caridad.

Y para eso hay una responsabilidad propia de cada uno de nosotros que es no aplaudir más que lo que realmente sirva al bien común -de todo la persona, de todas las personas- que necesitamos buscar y alentar. Deberíamos ser capaces los ciudadanos de salir de esas miras estrechas, y alentar una vida desde la lógica del don que es la única capaz de ponernos en actitud de servicio. Necesitamos con urgencia esta conversión.

Hay que recuperar -lo podemos ir haciendo a la luz del evangelio de hoy (Jn 16, 16-20)-actitudes vitales que construyen la comunión de vida, de bienes y acción que generan en nosotros la posibilidad de vivir la pobreza, la humildad y el sacrificio como manifestaciones del amor. 

Pobreza que posibilita compartir lo que soy y tengo con el otro; humildad que me capacita para reconocer todo lo bueno que hay en el otro, incluso para reconocer que lo malo del otro también es para mí llamada de Dios; sacrificio que me permite renunciar a mis proyectos personales exclusivos, en pro de construir ese quehacer común, esa comunión de acción que genera vida y vida posible. 

La vida -recuerda el papa- crece, madura y se alcanza a medida que se entrega.


Comentarios

  1. ¿Y después de esto hay que volverles a dar el voto? ¿A quién? ¿Quién está en condiciones de anteponer las necesidades de las personas a otros oscuros intereses? Espero que dentro de poco, a la luz del evangelio, lo podamos ver.

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