CRÓNICA DE CATACUMBA (69)

Una de las cosas que trae la desescalada es que se tarda más en hacer cola en las tiendas que en comprar, propiamente. He pasado más tiempo en la cola de la panadería y de la farmacia que en realizar la compra. Y me ha puesto nervioso esa pérdida de tiempo. Eso significa que hay aprendizajes que habrá que ir haciendo ahora, que no están todos hechos. La velocidad a la que vivíamos se va a ver frenada por las medidas de la rara -que no nueva- normalidad en la que nos veremos instalados progresivamente.

Seguramente Madrid pase de fase el lunes -no creo yo que por eficaces y responsables, más bien por cansinos- y nos veremos abocados a esas nuevas normas de vida que requerirán, necesariamente, otros ritmos. Habrá que aprender a gestionar la paciencia, el tiempo, el encuentro, las distancias... y, sobre todo, a seguir viviendo en la alegría de la resurrección en medio de la tristeza de este mundo.

Una tristeza que tiene que ver con los estilos de vida que hemos creado desde mucho antes. Una tristeza que viene de verse envueltos en ritmos depredadores de la existencia, la propia y la ajena, y no querer reconocerlo del todo porque no estamos dispuestos a recorrer el camino de conversión integral que nos pide el evangelio: convertir la tristeza en alegría. Por el contrario, la alegría que nos pide y anuncia Jesús (Jn 16, 20-23) nos invita a percibir el nacimiento de algo nuevo, lento, silencioso a veces, imperceptible en muchas ocasiones, pero que como semilla va germinando. percibirlo y comprometer nuestra vida en su alumbramiento posible. Un compromiso que pasa por el ritmo sanador de la projimidad que supone hacer camino lento sin dejar a nadie atrás. La alegría que nos propone vivir el evangelio solo se manifiesta en el camino compartido con quienes, porque ya eran víctimas de la indecente precariedad se van a ver empujados, aún más, a los márgenes de la existencia. La alegría vendrá de comprobar que situándonos ahí, a paso lento, podemos ir experimentando que el Espíritu alumbra algo nuevo, 

Esta semana es la Semana Laudato Si. Una ocasión también para nuestra conversión ecológica, para convertir nuestro consumo, nuestros estilos de vida, nuestra austeridad, y nuestros ritmos y estilos vitales.

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