CRÓNICA DE CATACUMBA (70)

Aquí va la penúltima.

Los ansiosos ya sabéis que el sábado vais en segundo lugar, porque hay que dedicarse primero a los cuidados necesarios: la compra, la limpieza y todas esas cosas que si no las hago yo, no las hace nadie. Las ventajas y complicaciones de vivir solo, que no es, en absoluto, vivir en soledad. No confundáis.

La penúltima crónica significa que mañana pondré punto final a esta experiencia de reflexión compartida durante el confinamiento, largo, bastante largo, que hemos experimentado todos. Una experiencia para agradecer, que me ha permitido orar, mirar la realidad para intentar hacer una lectura creyente, por honradez con eso que -no recuerdo quién dió a luz la expresión- llamamos el espesor de lo real. Y me ha permitido también caminar en la esperanza aunque no haya sido siempre desde el optimismo.

Cuando comenzaron estas crónicas la incertidumbre nos situó a todos, más o menos, en un horizonte de incredulidad que nos abrió a la acogida de nuestra propia conversión vital y al reconocimiento de cuantas cosas habíamos de cambiar en nuestro modo de vida. Nos dimos cuenta de qué era, verdaderamente, lo necesario, y qué lo superfluo y banal. Parecía que, a partir de ese momento, nada sería ya igual en nuestra vida. Pero, a medida que transcurrían los días, seguían emergiendo nuestras tendencias, las que aún están sin convertir del todo, y ponían en cuestión esos empeños transformadores. 

Igual que en el episodio de la Ascensión quizá nos hemos quedado plantados mirando al cielo, cuando lo que necesitamos es volver a bajar transfigurados a la Galilea cotidiana donde encontrarnos con el Señor, que pone ante nosotros nuevas necesidades, circunstancias y retos. 

Volver acompañados de la presencia sanadora y entrañable del Resucitado. Volver para reconocer esa presencia suya en el espesor de lo real. Para señalarla y abrir, junto a otros y otras caminos de esperanza, humanidad, y vida.

Quizá, como nos recuerda el evangelio de Juan, hoy (Jn 16, 23-28) por mucho que hayamos "rezado" quizá nos falte aún orar. Orar en nombre del Señor, para pedir al Padre lo que realmente necesitamos; lo que él sabe que necesitamos. Quizá hemos pedido todavía desde nuestros gustos e intereses, y nos falte ponernos del todo en la clave de la obediencia de vida de estar dispuestos a hacer su voluntad, en este camino hacia la casa del Padre.

El tuit de hoy de la cuenta de la Causa de canonización de Guillermo Rovirosa @RovirosaG dice así: Todo pensamiento, palabra o hecho que no tengan su raíz en la fe en Cristo y no sean expresión de su Mandamiento nuevo son un desorden, semilla de nuevos desórdenes.

A ver si hoy podemos ser "gente de orden", a ver si podemos crecer en el amor. Que eso siempre nos hace falta.

Comentarios

  1. Quizá la experiencia hubiera sido más completa si hubieras aceptado el diálogo con los que te hemos visitado y saludado. Un blog es eso: diálogo, compartir. No hablar desde el púlpito y que el pueblo oiga… y calle.
    De todas formas, deseo que te vaya bien cuando esta experiencia termine y el blog se quede mudo.

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