Orar en el mundo obrero. Cuarto domingo de Adviento

Somos demasiado racionales en nuestra vida. Pretendemos ajustar todos los términos del contrato que queremos sellar con Dios para salvaguardarnos las espaldas y poder pedirle cuentas. Queremos tener todo bien atado. Querríamos que Dios nos diera garantías de que dejarlo todo por él, efectivamente nos reportará el ciento por uno, ya en esta vida. Si hacemos eso es que no nos hemos dejado aún amar por Dios.

Si hacemos eso, es que aún no hemos comprendido la única manera posible de relacionarnos con Dios, de seguir a Jesús, de estar en su Iglesia. Volvamos a fijarnos en María, o en Ana, en Isabel, en Simeón o Zacarías, en Rut, en David, en José… en los apóstoles, en Pablo… en lo débil del mundo que ha escogido Dios. Fijémonos en nuestra propia debilidad, en la vulnerabilidad que la situación que vivimos ha puesto más intensamente de manifiesto. Y volvamos a sentir que, en esa debilidad humana, Dios se hace fuerte. Sintámoslo en la oración en el mundo obrero.


Comentarios

  1. El Señor está cerca, venid, adorémosle. Que tenga misericordia y nos salve.

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