Orar en el mundo obrero. Navidad

¡Qué sorprendente la manera de ser de Dios! Dios que se hace niño, que se hace carne, que se hace historia humana. Que se hace debilidad y se pone en nuestras manos.

En esta Navidad podemos experimentar con más fuerza todo aquello que le da sentido. Podemos sentir con más entraña, la fuerza del mensaje que nuestro mundo envolvió entre luces y ruidos y que casi acabó por acallar. Dios nace, se hace carne de nuestra carne humana, llorará con nosotros para reír con nosotros en nuestras alegrías y para que descubramos en Él nuestra Esperanza, nuestro Consuelo, y nuestra Alegría. Aprenderá con nosotros para que aprendamos de Él. Crecerá con nosotros, para que crezcamos en Él. Vivirá entre nosotros, para que Vivamos en Él.

En esta Navidad podremos sobrecogernos ante la entrega absoluta de Dios por nosotros. En los silencios ambientales que nos acompañarán, podremos escuchar con mayor nitidez la voz y el canto de los sencillos al reconocer al Niño y al vislumbrar en Él su Esperanza; podremos disponernos mejor a cuidar la fragilidad, de manera tierna y fecunda, podremos hacernos cargo de la situación de nuestros hermanos para ser capaces de trabajar con ellos en restaurar su dignidad.

En esta Navidad podremos vivir la explosión de la ternura que, en palabras del papa Francisco, es el amor que se hace cercano y concreto, porque nace del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos. Los más pequeños, los más débiles, los más pobres deben enternecernos: tienen derecho de llenarnos el alma y el corazón. El Adviento nos dispone a vaciarnos de lo que nos impide llenarnos de esa ternura, y la Navidad nos permitirá que sea Dios, hecho niño, niño que nace, quien nos llene hecho ternura.

Desde la sorpresa, oramos en el mundo obrero.


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