Orar en el mundo obrero. 4º domingo de Cuaresma

Orando en el mundo obrero, podemos descubrir que la cruz no es solo fracaso, ni el dolor es solo sinsentido. La cruz es el comienzo de la exaltación y de la glorificación de Jesús, porque la cruz es culmen de la vida entregada, confirmación de la verdad del amor entrañable e infinito de Dios. Toda la vida de Jesús hubiera quedado en nada sin la cruz, sin esa confirmación vital de la propia entrega por amor. Sin la cruz no hubiera habido resurrección. Todo el amor de Jesús hubiera quedado en nada sin la cruz; hubiera sido una propaganda vacía, como la de tantos rabinos, y maestros que pululaban por aquellas tierras; hubieran sido solo palabras, como la de tantos, hoy día. Ya nos lo recuerda san Pablo: si no tengo amor…

La cruz es la confirmación radical del amor de Dios: “Tanto amó Dios al mundo”. A pesar de nuestras infidelidades y traiciones, a pesar de nuestro continuo hacer oídos sordos, de nuestras justificaciones individualistas, de nuestro manantial de excusas, de nuestra indiferencia y nuestra autorreferencialidad, a pesar de que guardemos la vida en lugar de entregarla, a riesgo de que se pudra, Dios sigue confiando, sigue esperando, sigue amando, sigue ofreciendo su propuesta de vida y su vida por nosotros. Con demasiada frecuencia olvidamos que ese amor de Dios es actual, universal, y que no busca otra cosa que el que tengamos vida, y vida en abundancia. Por eso tantas veces nos contentamos con “ir tirando”.

Porque la cruz parece “antigua”. No es “moderna”. Es un dolorismo anticristiano, masoquista, que se goza en el sufrimiento, llegamos a decir… El mundo ni la entiende ni la acepta, está desfasada, es cosa de viejas, y nosotros no debemos ser antiguos, debemos estar en el mundo. ¿En qué mundo? ¿En qué mundo vivimos? ¿Qué sentido puede tener fijar los ojos en el Crucificado cuando buscamos apasionadamente el confort, la seguridad, la tranquilidad, nuestro propio éxito, nuestro bienestar…? ¿Qué sentido, cuando para ello nos volvemos indiferentes al sufrimiento humano? ¿Qué hacemos con los crucificados de hoy? ¿Qué hacemos con quienes no tienen tantas puertas de escape como tenemos nosotros, y solo pueden vivir crucificados?

Es verdad que no todas las cruces son salvadoras. Las hay fruto de la injusticia provocada por la inhumanidad de otros que solo crea crucificados, inocentes ajusticiados. Esas cruces no tienen nada que ver con la de Jesús, salvo que también la suya fue una cruz injusta, pero una cruz consecuencia de una vida, y transformada en expresión radical de entrega y amor.

Ese amor desmesurado e incondicional de Dios es el eje de nuestra fe, y de nuestra existencia. Es la experiencia que tenemos que recuperar vitalmente. Solo cuando lo hagamos así podremos sentir que hay horizonte de Vida, de futuro y de esperanza. Solo entonces podremos dar sentido a nuestra vida entregada y a nuestro compromiso vital con los empobrecidos. Solo entonces renunciaremos a guardarnos la vida y descubriremos que se madura y crece a medida que se entrega. Solo entonces sentiremos que nuestra vida nada más que puede lograrse en la comunión, que la fraternidad es nuestro único modo posible de ser, de ser hombres y mujeres en plenitud. 

Solo entonces nuestros pesimismos se revelarán como las excusas infantiles e inconsistentes que nos damos a nosotros mismos. Solo entonces nuestros miedos saltarán por los aires. Solo entonces descubriremos que es el amor el que salva, no el dolor. Es el amor, no el sufrimiento. Es el amor, no mis ideas, ni mis excusas.

Solo entonces podremos acercarnos a los crucificados de este mundo, y caminar con ellos sin que se nos caiga la cara de vergüenza. Solo entonces, podremos mirar al pasado con gratitud, haciendo memoria del amor de Dios en nuestra historia, y reconociendo sembrado en ella nuestro presente y nuestro futuro.

Solo entonces nuestra vida se ampliará desde la memoria agradecida hacia el horizonte eterno de la Resurrección a la que la Cruz nos convoca.

Solo desde la Cruz, seremos capaces de entablar el diálogo amoroso con Dios. Solo ahí seremos capaces de dejarnos amar por Él. Solo desde la Cruz seremos capaces de amar y servir en todo.


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