Orar en el mundo obrero. Domingo 3 TO-C

En nuestro mundo vamos haciéndonos cada vez más sordos, a situaciones, personas, acontecimientos, necesidades. Vamos haciendo cada vez menos discernimiento de las situaciones que vivimos: no leemos, no escuchamos, no pensamos, no oramos, no confrontamos lo que vivimos con la fe. La Palabra parece haber sido desplazada por las palabras, y las palabras por la imagen que, con su impacto, impide tantas veces el propio pensar, porque se hace respuesta a preguntas, muchas veces, que nadie formula.

No tenemos -decimos- ni tiempo ni elementos para juzgar lo que vivimos y nos sucede a nosotros, a nuestros hermanos, a la creación. Preferimos la sentencia agorera, que no dé mucho que pensar, porque satisface y justifica nuestra situación y nuestras decisiones.

Hemos renunciado a la Palabra, y hemos renunciado a la escucha. Consumimos pensamientos precocinados que nos satisfacen. Los bulos circulan a la velocidad de la luz, y nos los tragamos sin mucho esfuerzo.

Pero la Palabra de Dios, proclamada, escuchada, orada, y acogida tiene otra fuerza bien distinta, la fuerza del Espíritu de Dios, del Espíritu de Vida. Es una Palabra que hace la voluntad de Dios, que se cumple, y que se cumple en el hoy de nuestra existencia. Es palabra viva y eficaz (Heb 4, 12) que cumple el encargo del Señor y hace su voluntad (Is 55, 10-11) Y es una Palabra que se cumple hoy, como se cumplía el día en que Jesús lo proclama en la sinagoga de Nazaret.

Es la Palabra hecha vida mía la que permite que mi vida siga siendo anuncio fresco del Evangelio. En el hoy en que se cumple la Escritura comienza una novedad radical que se inicia con Jesús, que se renueva continuamente en cada creyente que vive la novedad radical del Evangelio. Jesús anuncia en la sinagoga que ese tiempo es posible, que ha comenzado, que Dios lo ha ungido para llevar adelante esa misión, igual que nosotros hemos sido ungidos con la fuerza del Espíritu en nuestro bautismo para continuarla. Es el Espíritu – a cuya escucha nos ponemos- el que nos capacita para realizarla, superando miedos y dificultades; superando rutinas, cansancios y desilusiones.

Es el Espíritu quien hace que la Palabra se encarne en nuestra vida para poder seguir realizando la tarea liberadora del Reino: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido. Me ha enviado a evangelizar a los pobres, a proclamar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año de gracia del Señor.”

La Palabra me pone también a la escucha de los pobres que siguen necesitando mujeres y hombres así.
Mi proyecto personal de vida militante solo puede construirse desde la escucha y la acogida orante de la Palabra que me hace capaz de pensar, sentir y vivir como Cristo. Solo puede construirse desde la convicción de que, en mi vida, y por ella en la de los empobrecidos, se sigue cumpliendo esta Escritura. 

¿La escucha de la Palabra, qué pasos me lleva a dar para seguir construyendo mi proyecto personal desde esa clave, desde la escucha y la acogida de la Palabra de Dios, desde la escucha de los pobres? Antes de responderme, oro en la vida del mundo obrero.

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