Contemplar a Jesús (Domingo de Ramos)

Contemplemos a Jesús en la cruz y pensemos que nunca hemos recibido palabras más bondadosas: Padre, perdónalos. Contemplemos a Jesús en la cruz y veamos que nunca hemos recibido una mirada más tierna y compasiva. Contemplemos a Jesús en la cruz y comprendamos que nunca hemos recibido un abrazo más amoroso. Contemplemos al Crucificado y digamos: “Gracias, Jesús, me amas y me perdonas siempre, aun cuando a mí me cuesta amarme y perdonarme”.
(Francisco. Homilía Domingo Ramos 2022)

Jesús ha ido acompañando nuestro camino de Cuaresma. En esta última semana, acompañamos nosotros el sufrimiento de Dios, el dolor de Dios por sus hijos e hijas. Lo acompañamos en los calvarios cotidianos de nuestros barrios ignorados, en el calvario de la precariedad, la desigualdad, la injusticia. Morimos con él en tantos siniestros laborales. Cruzamos con él el calvario mediterráneo bajo el que yacen hermanas y hermanos. Lo acompañamos en el calvario de las luchas sindicales, de las luchas por los derechos familiares y sociales, y por unos servicios públicos dignos para todos, en la tarea del cuidado de la creación... en la lucha por la dignidad de la mujer en la sociedad y en la Iglesia, en la lucha cotidiana por la vida buena y posible.

Contemplar y orar la Pasión a lo largo de esta semana que comienza pone ante nosotros nuestras propias contradicciones, y nuestras vivencias y pasiones. Tan pronto podemos estar aclamando la entrada de Jesús en Jerusalén, como negándolo al igual que Pedro, o traicionándolo como Judas. Quizá podemos llorar como las mujeres que contemplan su vía crucis, o gritar desaforadamente que lo crucifiquen, que no queremos tener parte en su proyecto.

Contemplar en la pasión de Jesús, unida a la pasión de Dios, la pasión de nuestro mundo no nos deja indiferentes, nos interpela en lo más profundo de nuestro ser. ¿Qué esperamos?  ¿Qué buscamos? ¿Qué vivimos y construimos? ¿En qué lado de la vida estamos? ¿Con quién la vamos viviendo?

Contemplar la pasión es mirar la vida entera de Jesús de Nazaret, esa vida entregada, por amor, sin límite ni medida. Mirar desde el comienzo de la encarnación, mirar Belén, Nazaret, su silencio, su aprender a ser discípulo, su obediencia al Amor, su caminar en medio del pueblo, compartiendo su suerte, afrontando el conflicto, aprendiendo la esperanza, sintiendo el dolor y el amor compasivo y misericordioso, permaneciendo en fidelidad al amor, entregando su vida para que podamos vivir. Haciéndose discípulo, semilla, trasparencia de Dios.

Contemplar la pasión es mirar hoy la pasión de tantas personas crucificadas por los mismos poderes que llevaron a la Cruz a Jesús. Es contemplar las vidas cercenadas de tantos migrantes en las fronteras y en las costas. Hundidas en el mar de la indigna indiferencia. Es contemplar las dificultades cotidianas de tantas familias obreras, a las que se niega la posibilidad de la vida digna. Es sufrir con quien sufre, la cruz del desempleo, de la precariedad, de la desigualdad, de la inequidad. Es ponerse en la cruz junto a tanto crucificado por la siniestralidad laboral. Es gritar nuestra oración, tantas veces, como Jesús en la Cruz: ¿Por qué me has abandonado?, compartiendo la impotencia.

Y es, en medio de toda lucha y dificultad, contra toda desesperanza, seguir gritando confiadamente que la victoria es del Amor; de la paz y la justicia, de la misericordia y la compasión. Es hacer renacer la esperanza: “En tus manos confío mi espíritu”. Es fiarnos -sin certezas- del amor desmesurado y entrañable. Y seguir esperando la Vida que solo Dios puede darnos.

No hay Resurrección sin Cruz.

Comentarios

Entradas populares de este blog

No tengo fuerzas para rendirme

Feliz año nuevo, en pijama