Homilía, 2º domingo del tiempo ordinario

 La primera lectura de hoy (1Sam 3, 3b-10.19) es una invitación a revisar cómo percibimos las llamadas del Señor en nuestra vida. ¿Las escuchamos? ¿Cómo las recibimos? ¿Cómo llegan hasta nosotros? ¿Cómo respondemos a ellas? ¿De dónde nos sacan? ¿A qué nos empujan?

Y el evangelio nos invita a preguntarnos cómo ha transformado y sigue transformando nuestra vida el encuentro con Jesús. Andrés y el otro discípulo de Juan se fijan en Jesús que pasa por sus vidas, y al oírlo lo siguen. Se encuentran con la interpelación de Jesús ¿qué buscáis? Y con su invitación: “Venid y lo veréis”. Descubren su convicción: “Hemos encontrado al Mesías”, después de estar con él, de ver y de vivir con él. Y comunican su convicción y descubrimiento a Pedro, a quien llevan al encuentro con Jesús.

La fe cristiana nace del encuentro personal, interpelante, con Jesús de Nazaret, que arraiga en nuestra vida de tal modo que la trastoca, la transforma, para darle una nueva dirección y un nuevo sentido. Jesús toma la iniciativa de hacerse presente en la respuesta a nuestras búsquedas, a nuestros anhelos. Jesús se deja buscar y encontrar. Ponernos en camino es arriesgarnos al encuentro, y a su llamada. Lo expresaba Antonio Machado en sus cantares a Miguel de Unamuno: “Por todas partes te busco | sin encontrarte jamás, | y en todas partes te encuentro | sólo por irte a buscar.”

La búsqueda es la actitud del joven Samuel, y de los discípulos de Juan que los lleva al encuentro con Jesús. La búsqueda activa nuestros sentidos, nuestro deseo, nuestra sensibilidad para percibir y reconocer el paso de Dios. La búsqueda es la actitud que cada mañana nos pone en camino para encontrarnos con Jesús en la vida cotidiana, en el encuentro con los hermanos y hermanas. Es lo que nos permite concluir el día diciendo como Andrés: “Hemos encontrado al Mesías”, en la vida de las compañeras y compañeros, en las alegrías y en las penas compartidas, en la vida acompañada hecha servicio por amor, junto a los empobrecidos.

La búsqueda nos pide salir, y quedar a la intemperie, sabiendo que, por buscar podemos ser encontrados por Dios. Es estar dispuestos a dejarnos encontrar por Él, y acoger ese encuentro como principio de vida.

La vocación /llamada es experiencia esencial en nuestro camino de fe. El encuentro con el Señor, el sabernos amados por él cada día, es lo que puede sacarnos de nuestro egoísmo, de nuestros caminos trillados, y abrirnos a la novedad del Reino. Es lo que nos hace vivir con la disponibilidad de Samuel: “habla, que tu siervo escucha”, o como respondemos hoy al salmo 39: “aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.”

Vivir en cristiano es vivir a la escucha permanente de la voz del Señor que se pronuncia en nuestra vida de múltiples maneras; es aprender el lenguaje de Dios. Es aceptar que nuestro centro vital está ocupado por Dios, y agradecer esa ocupación; vivir en acción de gracias porque Dios nos habita.

Para ser cristianos necesitamos experimentar este encuentro; necesitamos saborear este amor de Dios por nosotros; necesitamos expresar nuestro amor recibido en la vida entregada.

Sigue habiendo encuentros cotidianos en nuestra vida con las personas, con los acontecimientos y, por ello, encuentros con Dios, cada día que nos humanizan y nos siguen invitando a salir de nuestras comodidades para ir más al encuentro de Dios en los hermanos. Sigue habiendo búsquedas y encuentros. Sigue habiendo llamada y respuesta. Sigue habiendo vida y esperanza. Afinemos la sensibilidad para percibirlos y la confianza para vivirlos.

Nuestro proyecto de vida ha de ser reflejo de esa búsqueda constante y vital del encuentro con el Señor, para seguirle, para estar con Él, para mostrarlo a mis hermanas y hermanos. 


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