Refundar la miseria

por Vicente Romero, 19 de noviembre de 2008. Tomado de www.ciudadredonda.org

Los periódicos y los telediarios de estos días están llenos de noticias y comentarios sobre las intenciones de los gobernantes de las naciones más poderosas de ‘refundar’ —o algo así— el capitalismo. ¿Refundar la injusticia universal? Sería alentador que se propusieran corregir el despropósito de que los capitales primen sobre los hombres. Pero de lo que se ha hablado en la reunión de Washington es de salvaguardar el orden financiero, garantizando la estabilidad de fondo de un sistema económico basado en la especulación y la injusticia. Se han planteado vagas reformas técnicas, que no cuestionan la esencia del sistema y responden a una ética puramente funcional: desde mayor regulación de los procedimientos hasta cierta transparencia en las operaciones. Pero ni una sola medida para paliar el infortunio crónico de los desheredados de la Tierra.
La evolución diaria de los índices bursátiles importa infinitamente más que los datos terribles ofrecidos por el balance anual de la pobreza extrema que elabora Naciones Unidas. Sus datos producen vergüenza y vértigo: cada día mueren 24.000 personas por carecer de alimentos; cada cinco segundos perece un niño menor de diez años a causa del hambre; cada cuatro minutos fallece una persona por falta de vitamina A... Y se calcula en torno a mil millones el número de quienes sobreviven gravemente subalimentados. ¿La meta de ‘refundar el capitalismo’ consiste en mantener la progresión de la miseria y esforzarse en la recuperación de los mercados bursátiles?
Los grandes popes de la despiadada economía de libre mercado discuten sobre la necesidad de reestructurar el Fondo Monetario Internacional y la Banca Mundial, dotándolos de fondos e instrumentos técnicos que aumenten su capacidad de intervención. Bidones de gasolina para dos organismos a los que Jean Ziegler califica —junto a la Organización Mundial del Comercio— como ‘bomberos pirómanos’ y ‘organizaciones mercenarias de la oligarquía de un capital financiero invisible’. Porque ya no se trata de que su funcionamiento resulte poco satisfactorio ni de que sus poderes actuales sean insuficientes. La experiencia histórica demuestra que sus condicionantes —cuando no sus dictados— han supuesto atraso y miseria para pueblos enteros, en beneficio siempre de las grandes corporaciones de capital internacional.
Aun aceptando que la anunciada ‘refundación del capitalismo’ se base en restablecer el orden económico sobre un absoluto desorden moral, se echa de menos una cuestión fundamental: poner coto a la especulación con los alimentos. Meses atrás, cuando las llamadas ‘hipotecas basura’ comenzaron a tambalearse, los principales especuladores emigraron de la Bolsa de Nueva York a la de Chicago, para negociar con las materias primas agrícolas, arroz, trigo, maíz, mijo... Y sus movimientos especulativos provocaron un alza mundial de precios que ahondó el ya gravísimo problema del hambre en distintos rincones del planeta. Pocas cosas hay más urgentes en el panorama económico mundial que la exigencia de que los alimentos sean declarados bien público y retirados de la especulación bursátil, para que su precio quede fijado directamente entre países productores y países consumidores. Sin embargo nadie lo ha planteado en la cumbre de Washington.
La Alianza Española Contra la Pobreza (que agrupa a un millar de entidades sociales, ONGD, organizaciones y movimientos sociales) clama en el desierto de los medios por ‘la supresión de todos aquellas estructuras financieras y mecanismos institucionales que han generado un crecimiento económico mundial desigual y precario, y han empobrecido a una gran parte de la Humanidad en las últimas décadas’. Piden que se ponga ‘coto a la capacidad de acumulación de riqueza por parte de personas, instituciones y países. Esto implica necesariamente medidas que pongan lo social y lo ambiental por encima de lo económico.’
Una vez más, la lógica está en la utopía.

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