Nueve modos de orar de Santo Domingo de Guzmán. Primer modo

En el primero se inclinaba ante el altar, como si Cristo, en él representado, estuviera allí real y personalmente, y no sólo de manera simbólica. Según está escrito: La oración del que se humilla traspasará las nubes (Si 35, 21). Algunas veces recordaba a los frailes las palabras de Judit: Siempre te fue grata la súplica de los humildes y de los pacíficos (Jdt 9, 16). Por la humildad obtuvieron lo que pedían la cananea (Mt 15, 21-28) y el hijo pródigo (Lc 15, 18-24). Y también: Yo no soy digno de que entres en mi casa (Mt 8, 8). Humilla más, Señor, mi espíritu, pues ante ti, Señor, me he humillado en todo momento (Sal 108, 107).
Y así el santo padre, puesto en pie, inclinaba con humildad la cabeza y el cuerpo ante Cristo, su cabeza, considerando su condición de siervo y la preeminencia de Cristo, y se entregada entero a reverenciarlo.
Enseñaba a los frailes que hicieran otro tanto siempre que pasaran ante el crucifijo, de modo que Cristo, que se rebajó por nuestra causa hasta el extremo, nos viera a nosotros inclinados ante su majestad. Y les mandaba además que reverenciaran de esta manera a la Trinidad, cuando se recitara solemne el Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Este modo, tal como se describe en la figura, con una inclinación profunda, era el comienzo de su devoción.
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