Familia. Iglesia.

La mañana amanece fría y nubosa, y a mediodía han caído ya las primeras gotas. Siempre que llueve lo hace cuando terminamos la misa, como si el agua quisiera hacer de cerco, y permitir prolongar el encuentro -mientras escampa- y dejarnos algo de sosiego para la charla y los comentarios. Hoy es el día de la Iglesia diocesana, el día de la familia, y por eso nuestra celebración ha sido familiar, y por eso como el encuentro de cualquier familia, tiene de todo: cariño y alegría, su poquito de ruido, los niños chicos a su aire, pero en medio de todo acogida, escucha, testimonio y compromiso, por ser familia y mostrarnos así, como somos, testigos, con la confianza puesta en Dios.
Que lejos de otras experiencias de dominio, de imposición, de "jerarquía". Aquí todos somos importantes, y todos necesarios.
La despedida, ayudada por el agua se alarga y estira, como si no quiséramos terminar. Estamos a gusto, cuando dejamos hueco al otro, y nos abrimos a su presencia. Así tendría que ser en medio de este mundo que tanto nos invita a lo contrario. Nos damos cuenta, pero luego, el ajetreo de la semana, muchas veces nos hace olvidarlo.
Se acaba poco a poco el año litúrgico, y se nos abrirá de nuevo la esperanza. Se acabará este mundo, y empezará uno nuevo, entremezclado al principio, ribeteado aún de manchas, pero es cuestión de saber esperar, esperanzar, y caminar. Nos despedimos sabiendo que es nuestra tarea, por lo menos para esta semana: ser familia, ser iglesia.

Comentarios

Entradas populares de este blog

No tengo fuerzas para rendirme

Feliz año nuevo, en pijama