Me carga cada vez más la manera prosaica de celebrar estas fiestas de diciembre y enero, entre otras cosas porque con la edad uno se vuelve más frugal, y me resulta imposible digerir la cantidad de comidas "obligadas" que se supone hemos de hacer con profusión pantagruélica de manjares, que nos llevan a repetir menú -comiendo de sobras- semanas y semanas, así que procuro ceñirme a lo esencial: Su contenido religioso, que es lo que yo celebro. Navidad, Santa María - Año Nuevo, Epifanía. No obstante, en esa celebración cabe también la reunión familiar, en Nochebuena, y la que nos congregará el día de Reyes a toda la familia. Son momentos de anclaje de las relaciones familiares que hay que vivir a lo largo de todo el año. Bien es verdad que en mi familia no necesitamos llegar a estas fechas, porque buscamos -con ocasión o sin ella- la forma de reunirnos periódicamente en torno a la mesa y a la larga sobremesa. Estos días traen también la ocasión para el encuentro sereno c
Si huelga es dejar de trabajar, ¿cómo ejercer ese derecho cuando ya se está jubilado? Los de mi generación recibimos un mundo laboral que arrancaba del fanal de la posguerra y se elevó con el desarrollismo, pero ahora lo devolvemos a hijos y nietos en caída libre. Como se deshace el azúcar en el café, así estamos viendo desparecer los derechos adquiridos. El poder económico es cada vez más poderoso y cada vez más insaciable.
ResponderEliminarNo solo se puede ejercer la solidaridad dejando de trabajar o yendo a una manifestación, sino apoyando, sosteniendo, rezando, ayudando a otros a comprender las razones, explicando los motivos, invitando a la reflexión compartida, dejando de consumir, de utilizar servicios o transportes... hay muchas maneras, cada cual ha de buscar la suya, siempre en libertad.
ResponderEliminarAlgunas de estas cosas, Fernando, ya las hago, pero siento impotencia e indefensión. La progresión no podía ser infinita, porque además hace falta que toda la humanidad coja el mismo paso, pero esta regresión tampoco favorece a los rezagados del tercer mundo, sino a la minoría dominante y apátrida cuyo dios es el dinero.
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