No nos gusta hablar de conversión. Casi instintivamente pensamos en algo triste, penoso, muy unido a la penitencia, la mortificación y el ascetismo. Un esfuerzo casi imposible para el que no nos sentimos ya con humor ni con fuerzas. Sin embargo, si nos detenemos ante el mensaje de Jesús, escuchamos, antes que nada, una llamada alentadora para cambiar nuestro corazón y aprender a vivir de una manera más humana, porque Dios está cerca y quiere sanar nuestra vida. La conversión de la que habla Jesús no es algo forzado. Es un cambio que va creciendo en nosotros a medida que vamos cayendo en la cuenta de que Dios es alguien que quiere hacer nuestra vida más humana y feliz. Porque convertirse no es, antes que nada, intentar hacerlo todo mejor, sino sabernos encontrar por ese Dios que nos quiere mejores y más humanos. No se trata solo de “hacerse buena persona”, sino de volver a aquel que es bueno con nosotros. Por eso, la conversión no es algo triste, sino el descubrimiento de la verdadera a...
Nos pueden los afectos. Sabemos que somos queridos, pero no nos basta, lo queremos oír a todas horas. Bellísima canción.
ResponderEliminarPues no sólo lo queremos oir, Francisco. Creo que necesitamos que nos lo demuestren, supongo que para estar seguros de que estamos queriendo a quien nos quiere aunque solo sea un poquito. Quizás ese sea nuestro fallo, porque tendríamos que estar queriendo a todos por igual, pero eso es un imposible...
ResponderEliminar